con la nada basta logo

con la nada basta

Subscribe
Archives
May 21, 2021

#7 (temporada 1)

Agus,

Me he devanado los sesos, más de una vez, intentando entender por qué la gente no lee. Y me consta lo soberbio de toda la situación. Entiendo que todes tenemos nuestros propios mecanismos de supervivencia y consumos culturales, claro. Además, mi principal motivación en la pregunta es la autocrítica respecto a esa postura careta, defensora de la ‘alta cultura’ y toda esa cosa con olor a humedad y de color marrón. Quizá en tu posdata anterior hay pistas para responder esta pregunta y de una forma mucho más amable.

Horas en terapia se me fueron desenredando mi relación con la palabra. Tengo claro que nunca fui bueno en otra cosa, que la palabra es una forma de poder. Una forma de poder que asocio con la supervivencia en el contexto de una infancia desesperada por legitimarse a pesar de sus impuestas y autopercibidas carencias. De niño, la palabra me acercaba también al mundo adulto, y alimentaba mi sentido de niño especial, condición de la que me convencí viendo Avatar (aunque aún espero la revelación de mis habilidades de aire control). De adolescente se convirtió en la forma de confrontación con ese mismo mundo adulto (aún más niño especial) y parte del duelo a la idea de ‘sabiduría’. Mi primer boletín del liceo, leído en clase por el profesor de matemáticas, decía «no debe cuestionar al profesor».

La palabra y yo tenemos una relación ambigua, que mis cejas oscilantes y tendencia a manotear el aire mientras hablo no ayudan a resignificar. Hay un pedacito de un poema de Audre Lorde que me repito, y que me hace sentir vergüenza y rabia:

La diferencia entre la poesía y la retórica
es estar listo para matar-
te a vos mismx
en lugar de a tus hijxs.

Esta semana empecé a leer un libro de ensayos que dice que escribir es ‘glamuroso’ en el mismo sentido en que una limosina es glamurosa: más allá de la pompa, une tiene que apretujarse para entrar. Tu carta me hizo una pregunta: ¿será que puede narrarse una salida de la palabra? Quizá la cosa va por diferenciar la palabra de la escritura. Un texto de Arnaldo Antunes, que merece este tercio de mi cuota de palabras (y que traduzco torpemente, aunque mejor leer en portugués):

Personas mudas escriben para hablar. Analfabetos aprenden a escribir. Personas sin brazos escriben con los pies. Los sordos escriben en el aire con gestos. Los ciegos escriben con la voz en lo oscuro. Personas que olvidan escriben listas. Zurdos escriben con la mano izquierda. Personas distantes escriben cartas. El tiempo escribe en el rostro arrugas. En las líneas de las palmas, en las pintas puntos. Y en las estrellas fugaces. Encadenados escriben en las paredes. Y en los bancos de la escuela. Las neuronas escriben en la memoria. Los genes escriben en los cuerpos vivos. La lluvia que escurre escribe en los vidrios. Y los dedos en lo empañado. Y en las cavernas trazos de antepasados. Bisontes, flechas, humanos, arcos. Y los médicos en las recetas. Los orientales usan otras letras. De arriba a abajo, en las verticales. Y comenzando siempre por detrás. En los libros, placas y mangas. Escribientes, escribanos, escritores, escribas. Unos toman notas para recordar. Otros hacen libros para ser recordados. Los pasos escriben en el suelo con rastros. Los cuervos esparcen tinta por lo alto. Las gallinas graban picoteando el suelo. Migajas hacen frases de pan. Palabras dichas mueren en el aire. En piedra se escriben nombres de los muertos. Y en carteles de las calles. Y cuando el texto acaba continúa la escritura.

Aún confinado en la tinta y el píxel,

Marcos

(Posdata: me cuesta un montón ser el que escribe las cartas impares).

Don't miss what's next. Subscribe to con la nada basta:
Powered by Buttondown, the easiest way to start and grow your newsletter.