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April 15, 2021

#2 (temporada 1)

Marcos,

Estoy segura de que el mundo antes no era un lugar tan feliz, pero a las personas nos duele ser arrancadas de lo conocido y desplazadas hacia lugares que no pudimos sospechar. En mi caso no pude prever el fracaso de mis proyecciones: mudarme de país, estudiar afuera, viajar. Las cosas se cortaron y contrajeron en el momento en que todo parecía expandirse para mí. Antes de la implosión le escribí a S. por telegram:

Chat de telegram del 2 de marzo de 2020: Canal libre de violencia interpretativa, caritas de corazones 00.15hs / Me pone contenta que la vida sorprenda, aunque sean sorpresas extrañas y difíciles de integrar. Creo que es una buena señal que las cosas se escapen de lo predecible, algo como entre lúdico, macabro y patético lleno de dinamismo. Qué loco que la percepción haga que a veces veamos todo tan ordenadito y lineal, abarcable... O sea, es obvio que no lo es pero a veces lo vivo así. Me dieron ganas de decirte todo eso. Cada vez que la vida me sorprende me parece dramatúrgicamente perfecto 17.44hs

En ese momento iba hacia Buenos Aires con un colchón enrrollado a firmar el contrato del que iba a ser mi hogar y no fue. Desde entonces he vuelto a este mensaje en distintas ocasiones, la retrospectiva potenció su carácter epifánico. Aún me suscribo a lo que dije y también creo que este es un canal libre de violencia interpretativa para volver a decirlo con ganas. Antes del 2 de marzo de 2020 estaba en un apogeo de percepción lineal, de una necesidad de control y determinación minuciosa de mis devenires que me estaba carcomiendo. La pandemia me exigió parar, y eso en vez de darme ansiedad me la sacó. El freno me hizo darme de cara contra mis propias ficciones, y desencadenó una anagnórisis triunfalmente triste: aunque no solo, quería huir de ciertas proximidades.

Colchón enrollado en un asiento de barco

«A veces no sabemos lo que queremos porque no lo podemos imaginar» dijo una gurisa en un festival de poesía al que fui Antes del Covid. Eso también me sonó revelador… ¿Para qué insistir con algo si de última ni siquiera podemos entender lo que queremos o necesitamos? ¿A partir de qué imaginamos nuestros deseos? La evidencia parte el pecho, no hay certezas ni parámetros certeros. Ya no estoy para empecinarme con lo que creo saber de mí, de otras personas, de las cosas. Eso me da paz, pero me disocia del compromiso que tenía con la escritura. Ya no escribo para fundirme en mi propio discurso, ya no busco respuestas en mis narrativas. Si hay algún tipo de sentido está en la periferia, y me resulta difícil encontrar esa periferia en la voz propia enunciada al vacío. Mis diarios íntimos están en decadencia, tanto como el concepto de verdad o esta misma deriva.

Las palabras no pueden decir la verdad

la verdad no es decible

la verdad no es un lenguaje hablado

la verdad no es un dicho

la verdad no es un relato

en el diván del psicoanalista

o en las páginas de un libro.

Considera, pues, todo lo que hemos hablado tú y yo

en noches en vela

en apasionadas tardes de café

—London, Astoria, Arlequín—

sólo como seducción

en el mismo lugar que las medias negras

y el liguero de encaje:

estrategias del deseo.

Dice este poema de Cristina Peri Rossi que me hace pensar que ya no quiero seducirme a mí misma, que quizás ya no quiero seducir. Estoy harta de los triángulos y de los juegos del deseo, estoy cansada del onanismo del lenguaje. Necesito volver al cuidado. Estuve toda la adolescencia convencida de que los libros, las palabras, me habían salvado y Dionisio, un amigo, me dijo que los libros no salvan, que salvan las personas. No sé si estoy a salvo, y si accedí a algún tipo de salvación aún no sé cuál fue el vehículo.

Creo que la primera revelación que tuve de niña fue que tenía que estar atenta a mis propios relatos, que no había ninguna verdad a la que se pudiera acceder a través de una reconstrucción arqueológica. Hace un tiempo entendí que mis relatos no podían sustituir esa ausencia de verdad, y que no puedo agarrar el tiempo con palabras.

Sin embargo podemos dialogar.

Acá estoy para leernos y bancarnos la cabeza,

Agustina


Posdata: Cuando miraba Patito feo pensaba que si la vida fuera una telenovela, sin dudas yo sería un personaje secundario.

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