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July 1, 2021

#13 (temporada 1)

Agus,

Tu forma de hablar me llevó al plano, a los diagramas físicos y geométricos. Recordé a Gego y volví al espacio. Tener amigues es un poco eso, armar esquemas, constelaciones, verlas transformarse, formar nuevos arreglos. Tu ser línea y nodo, ser la relación entre tus xadres, ser hija a la vez; entre la expectativa y la autonomía. No dejo de imaginar líneas y fuerzas y vectores.


[Reticulárea (instalación) - Gego (1969)]

En un pueblo de mil personas lxs amigxs no se eligen, son los que hay. A medida que el mundo se fue abriendo y otros vínculos fueron posibles, las redes afectivas se transformaron. En pleno momento de expansión nos conocimos, por ejemplo. Esos últimos años de liceo: pura construcción de autonomía. En una entrevista, Hanya Yanagihara, que escribió un libro crudo sobre la amistad, dijo:

El primer amigx que elegimos es nuestro primer anuncio de individualidad al mundo: esta es mi persona, esto es lo que dice de mí.

Antes de la ruptura que el amor romántico genera en nuestras concepciones de la amistad, antes de la experiencia del ‘más allá’ de la amistad (no viene al caso si ese ‘más allá’ realmente existe), tenía muchísimas expectativas puestas en mis amigxs. Pensaba que esa estructura me iba a sostener, por fuera de los destinos impuestos de la familia y la pareja, y me esforcé por crear una red descentralizada de amistades. Sin embargo, en poco tiempo me di cuenta de que la amistad, en toda la libertad de la elección, es bastante volátil, que la afinidad oscila. La idealización atenta contra todo proyecto, y soy joven, me queda mucho por vivir, y todo eso.


[de la serie 'The Piers' de Alvin Baltrop]

Creo que desde ese lugar ambivalente escribió esta nota María del Mar Ramón, en la que habla de la angustia que le genera ver cómo sus amistades empiezan a estructurar su vida en parejas y familias, se desmoronan los proyectos de otras formas posibles, la amistad resulta algo transitorio o secundario. Quizá en unos años alguien escriba que ese es el ‘dilema de nuestra generación’, quizá, siguiendo el podcast que me pasaste, lo fue de todas.

Hasta hace no tanto no concebía otra posibilidad que la de vivir solo toda mi vida. Hoy ya no estoy tan convencido. Me da miedo estar en ese momento en que las convicciones empiezan a ir en bajada, cuando el deseo de comodidad para soportar la realidad le gana a la ilusión de transformarla.

En mi primera carta te dije que tomé la palabra al saber que no era bueno en otra cosa. En general elijo hacer las cosas y estar en los lugares en los que creo que puedo ser el mejor. Pocas posturas son tan mediocres como la de negarse a la mediocridad. Aún así, nunca tengo la nota más alta, nunca fui el primero, y pocas veces gané con otres. Yūgi Mutō, el protagonista de Yu-Gi-Oh!, por su parte, sí es el mejor. El domingo pasado me lo pasé fisurando episodios que no veía desde la escuela. Lo que me resulta interesante en la narrativa de su personaje es que sus amigxs también son jugadores, juegan en los mismos términos, con las mismas reglas; pero ninguno es tan bueno como Yūgi. Quizá haya, en la experiencia de esxs amigxs algo que estoy fallando en captar, un desprendimiento más profundo del ego del que no soy capaz mientras me pregunto ¿por qué no eligen otra cosa en la que ser buenos?


[Sin título (niñas bailando) - Petrona Viera (Acervo MNAV)]

Cuando empezamos a pensar este intercambio, me dijiste que esta era una manera de acercarnos en nuestra amistad, pero también de ficcionalizarla. Esa idea me voló la cabeza y hasta me asustó por su potencia. Quizá si fuéramos un cerebro (y este mito realidad), vos serías el lado derecho y yo el izquierdo, porque hasta ese momento mi principal motivación era construir un discurso sobre lo literario diferente al de la crítica -emoji de palma de la mano en la cara-. Por suerte perdí en esa inexistente disputa de sentidos. Y empiezo a entender algo sobre lxs amigxs de Yūgi.

Te abrazo fuerte. Siempre gracias,

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