#1 (temporada 1)
Agus,
Agarro el teléfono y en instagram veo personas ‘celebrando’ el primer aniversario de pandemia en Uruguay. Se empieza a construir una suerte de sentido común. Celebramos un año nuevo. Insistimos, como motivados por esa inocencia que nos hacía imaginar un mundo feliz pospandemia, en construir un mito refundacional. Un Antes y Después de la Pandemia. Le encuentro un poco de sentido. El Marzo pasado marca el inicio de mi propio año de descanso y relajación (supongo que no estoy del todo solo en esto), un año de labor emocional (gracias conductismo y cuadernito marrón), de darme contra las paredes de lo vincular, de volver al pueblo (que es más bien un volver a mi casa (que es más bien un volver a mi cuarto)).
Hacerse la cabeza es una herramienta de interpretación precaria pero efectiva. Una suerte de preámbulo a la ejecución de mecanismos de defensa, un mecanismo de defensa en sí mismo. Hacerse la cabeza es una forma particular de leer las situaciones, a veces adjudicando intenciones a quienes ejecutan acciones, a gestos, a quienes dicen cosas que no podemos comprender (por ajenas, o por demasiado propias). A veces, simplemente, se trata de una lectura externa o anticipada de la realidad. Interesa que al hacernos la cabeza las intenciones que adjudicamos son siempre las peores imaginables, las situaciones se impregnan de pesimismo. Las especulaciones salvaguardan nuestra moral precaria, generan un entorno de antagonistas humanos y no humanos en la que la única certeza es la legitimidad de nuestra interpretación y la superioridad de nuestras intenciones. Escribiendo esto me topé con un adjetivo, agorero/a: que predice o anuncia con poco fundamento males o desdichas.
Malén Denis escribió en instagram en enero, sobre los celos:
Tengo unos celos irracionales que sé que van a pasar como siempre. El eterno retorno al momento en el que entro en consciencia de que hay una vida sin mí. Voy a aprender a salir del centro de mi escena como siempre, pero esta es la etapa del dolor. De no poder concebirme como lo que soy: un satélite.
Los parecidos son impresionantes. El ego juega un rol interesante en todo esto, en nuestra tendencia a pensar las emociones sin un asidero externo, sin esa conciencia de ser satélite. Me cuesta convencerme de que, en general, a la gente le importan bien poco mis opiniones.
Una idea que me da miedo: implícita en la elección de la filosofía sobre la literatura hay una elección de la función sobre la forma. Y en ese sacrificio, una condena personal a intentar articular ideas (y no sucesos) cada vez que escribo. Adélia Prado en Página/12:
El escritor insoportable es como el actor insoportable: ‘solo existo en el escenario’. Es pedante y muy pobre como proyecto de vida. El arte es un don y viene junto con el paquete de la vida. Si alguien no está presente en las necesidades comunes y diarias de todo ser humano, no tendrá nada para expresar ni como poeta ni como actor, o cualquier otra forma de arte. Música, pintura, teatro, cine, son informaciones sobre la vida y no devaneos del ego.
Descubrir esas informaciones sobre la vida no parece ser algo sujeto a investigación empírica, sino más bien a un ejercicio de contemplación, que implique romper la corteza de lo individual para observar y verse extraño… Pero es muy fácil creer que une está en esa y terminar siendo la persona para la que Javiera Mena escribió esta canción.
¿Cómo indagar un poquito más allá de lo banal?
Cuando te invité a encarar este proyecto me imaginé que iba a ser todo re poético. Esto, sin embargo, es más bien un diario de insomnio. Son las dos y media y acá estoy, haciéndome la cabeza u_u.
Marcos
Posdata, a propósito de nada y la producción en serie: Mis xadres nunca me dejaron tener un perro, hubo que conformarse con un peluche. Mi perra de peluche se llamaba Nada y es uno de los mayores apegos materiales no-electrónicos de lo temprano de mi vida. Una de las primeras veces que fui a la casa de F. encontré, sentada sobre su cama, a una de las hermanas perdidas de Nada.