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February 17, 2022

#9 (temporada 2)

Marcos,

cuando era chica encontré en casa Usted puede sanar su vida, de Louise Hay. Lo leí y aluciné. La enfermedad se presentaba como una consecuencia directa de pensamientos negativos, todo malestar aparecía como un producto inconsciente de una mala disposición, y la realidad misma era hija de las propias creencias. Había un diccionario al final del libro que indicaba las causas psicológicas de todas las patologías posibles, y ahí mismo te decían afirmaciones a repetir para sanar según tus propias dolencias.

La meditación y la repetición de oraciones era el camino para el bienestar.

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Gracias a ese libro empecé a visualizar mi mente como un lugar en el que pasaban cosas. Aún recuerdo la magia de transformar mi pensamiento. Meditaba y hacía pasar un subtítulo giratorio de color rosado con las afirmaciones que se correspondían a mis problemas físicos (no recuerdo cuales, pero todos tenían que ver con falta de valor propio e inseguridad, algo que me parecía muy acertado).
Me sentía poderosa, había encontrado el manual de correlatividades que necesitaba para controlar un poco las cosas que me desbordaban. Ahí empecé con las listas de objetivos para cada año y con la lista de cosas a cambiar. A lo que era necesario evitar el no por su carga energética, empecé a hacer afirmaciones positivas de mí misma en presente.

Años antes mi madre me encerraba en el baño con una lapicera y un cuaderno. La penitencia era escribir una y otra vez una misma frase hasta llenar x páginas. La única que recuerdo era no voy a mentir, no voy a mentir, no voy a mentir (...). Era un poco fantasiosa y cuando algo salía mal inventaba, sentía que la realidad no alcanzaba para explicar o justificar los acontecimientos de mi vida, necesitaba un motivo ulterior o mágico para acceder a una comprensión que sentía vedada desde antes de involucrar a mamá en lo que me pasaba. Cualquier respuesta verdadera iba a ser insuficiente para evitar enojos y retos. Así fue como aprendí a ocultar, a argumentar y me convertí en una manipuladora, pero para sentirme bien trato de articularlo fiel a los hechos y manejarme con ética. Para sentirme segura era necesario ir con la verdad correctamente orientada.

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Una vez en la piscina fui corriendo a buscar a una amiga y escuché que la mamá le decía: No quiero que te juntes con Agustina porque ella arma y desarma. Me fui y me sentí rara. Agustina arma y desarma. ¿Qué es lo que armaba y desarmaba? ¿Qué armo y desarmo? Aún no lo sé, pero fui entendiendo que hablar bien y expresar con pasión lo que una piensa a veces le hace cosas a las otras personas. Convencer puede ser conflictivo, como dice Oscar Wilde: la verdad es raramente pura y nunca simple.

Hoy prefiero sustituir verdad por voluntad y permanecer más callada, armar y desarmar menos. Hoy canto Amigos del corazón distinto:

Amigo, hay que seguir el camino

Para llegar a destino no hay que soltar el timón

gracias por ser mi amigo del corazón,

A.

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