#8 (temporada 3)
Marcos,
Tampoco sé cómo hacerle un altar a mi cuerpo, pero el sábado por la noche murió Laura, mi bisabuela. Papá me vino a buscar desde Piriápolis. Llegamos al residencial y nos acompañamos hasta que se llevaron el cuerpo. Laura dejó de ser Laura y pasó a ser un cuerpo sin vida, alguien.
El domingo en el velorio mi abuela y su hermana llenaron el ataúd con claveles blancos. La abuela me abrazó y me dijo que a ella no le íbamos a hacer eso porque le parecía horrible. Imagino que no se refería a las flores blancas, sino al ritual de cara descubierta y cruces gigantes.
¿Un velorio es un altar a un cuerpo? En las nuevas generaciones de mi familia hay cierta preferencia por la incineración. Papá me dijo que en realidad nunca se va a despedir, que no hay forma de hacerlo. Mi abuelo también me dijo, como mi abuela, que no le hiciéramos eso, que lo cremáramos y lo tiráramos en el arroyo Pedregoso, donde se crió.
Si bien soy parte de esa tendencia a devenir ceniza, ese día descubrí que hay algo de las lápidas y de los cementerios que me gusta: una especie de registro en comunidad. Un lugar exento de burocracia al que se puede ir en busca de un nombre.
Mi abuela cumplió años el 21 de setiembre y estuvo todo el día deseando que su madre no muriera. Así fue. Yo, que nací el 29 de setiembre, les dije a mis amigas que ojalá la bisabuela muriera antes de mi cumpleaños. Fue el 25. Sele hoy dice que espera que su abuela no muera antes de su cumpleaños, el 2 de octubre. Han sido días de cierta reiteración. Espero que el deseo de Sele también se cumpla para estar en condiciones de festejar.
Suena Soy una nube de Elia y Elizabeth, cocinamos empanadas y Sele me dice que tenemos que hacer una banda tributo. Las googleamos para ver si son de libra, pero no. Descubrimos que son hermanas y que su carrera fue de 1972 a 1973, con solo dos discos. Un marco realista para convocar a amigas y hacer buenas versiones. Probamos las luces para nuestra fiesta de cumpleaños. Contratamos un DJ.
¿Se podrá morir de sobre dosis de vida?
Siento mucha belleza en todo lo que me pasa, y me siento fracasada en el intento de compartir el matiz de lo que siento.
Creo que lo que más me gusta de escribir es el deseo de hacerlo, que esa sensación me agarre el cuerpo y sentirla hasta que se diluya. Algo así como el placer de aguantar las ganas de hacer pichí, pero con la magia de que el alivio llegue también sin ir al baño.
¿Me estaré resistiendo? ¿O solo quiero contener la belleza?