#6 (temporada 3)
Marcos,
El perro lloraba en la puerta. Le abrí, salió, volvió. ¿Estará durmiendo ahora? ¿Existirá el desvelo de los animales? Desde la cama escucho el mar. La gata duerme entre mis piernas. Son las 04.25am. Pensé en levantarme, escribir, resignarme a la lucidez.
Primero leí tu carta.
Este año me mudé con amigas e intenté tomar vino. Quizás solo por el afán de participar en la plenitud de reír y beber. Naufragué en acidez y desistí para ser lo que hoy puedo ser: una observadora abstemia que también disfruta de tus derivas de caballos negros.
Hace un par de semanas nadie toma vino acá. Estoy sola en una casa gigante, llena de plantas, probióticos y animales que cuidar. Una casa usualmente llena de mujeres, alguna bebé y niñes. En soledad humana me volví guardiana de lo doméstico y lo común. Aprendo a cuidarme como si fuera animal, casa y planta a la vez.
También soy tigre en la astrología china. Dicen que el año propio inicia un ciclo de doce años. Cada semana transitada se presenta como un abismo del que emerjo renovada. Una espiral hecha también de silencios y pausas.
Ahora estoy de viaje. Es otra la que está sola cuidando de la casa y su diversidad. Ayer me dijo que todas mis plantas eran macho (menos una) y las mató. Cuidar a veces es dar muerte, poner fin.
“Lento pero seguro. Las cosas se hacen lugar a sí mismas y yo puedo estar feliz o triste por cosas insignificantes. Puedo escribir sobre los lugares a los que ya no me dan tantas ganas de ir. Puedo no saber dónde está mi casa.”
Puedo. Podemos.
Hace unos días alguien me dijo que la denominación de pueblos bárbaros se originó para referirse a pueblos en cuya lengua resuena el sonido ba-ba, y que el concepto después se desfiguró. No sé si es cierto, pero me gusta el nexo entre balbuceo y barbarie.
Ahora estoy en Grecia y no entiendo nada. Lo que más miedo me daba era no entender, no poder comunicarme. El otro día en el hostel una compañera de cuarto se puso a llorar porque tenía miedo. Era su primer viaje sola. Lloraba y explicaba su dolor en inglés. Creo que si supiera inglés no tendría casi miedo.
Tengo una amiga que si pudiera elegir un súper poder sería hablar y entender todas las lenguas. Desde que me lo dijo también sería ese el mío, pero ahora disfruto de no entender, de hablar mal, de sentir el peso de los vacíos, de que lo desconocido también sea casa.
Con cariño,
A.