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August 25, 2022

#3 (temporada 3)

Agus,

Hay restos de lo que esta carta pudo haber sido en hojas que ahora no me animo a buscar. Fiel a la lógica de los protagonistas de Tan poca vida (Hanya Yanagihara): reservo sábados para los afectos y domingos para la logística que permite que la vida avance. Limpié la cocina, barrí el balcón, planté un esqueje y ahora te escribo. Aprovecho el silencio de la siesta. Escribo tarde, pero espero que entiendas que la demora no refleja el estado de nuestra amistad, sino más bien mi entumecimiento y esta sensación rara de que la vida avanza y yo avanzo pero sin entender cómo esos movimientos están relacionados. A veces paso el día esperando que me respondan un mail, o un mensaje. A veces no puedo sentarme y responder. Hoy es uno de esos días en los que empiezo a tachar cosas de la lista de pendientes, pero no me como el amague porque ya estuve acá y quizá mañana sea un día de sentarme a mirar al sol pegar en el piso del living, de tomar café pero sólo para acelerar la cabeza y desordenar las ideas.


[Collage de @volker.hermes]

Voy a este tema de Gossip que siempre me pone de buen humor. Busco a la vocalista y llego a un instagram donde sube manualidades. Sigo en cadenas de asociación caprichosas y cada vez me concentro menos. Pienso en tu carta, miro la galería del celular, sigo poniendo canciones de 2010. Solo tengo algunas imágenes, pero espero que sea suficiente.

Estoy terminando, despacito, la última temporada de Grace & Frankie, una de mis relaciones más duraderas. En uno de los capítulos Grace y su hermano alcanzan un acuerdo para recomponer la memoria: intercambian los ingredientes de una receta que Grace olvidó y recuerdos del padre que el hermano apenas llegó a conocer.

Este fragmento de Una novela china de César Aira:

Porque no se trataba de pensar el asunto; había que hacerse presente, ocupar la butaca. En el teatro convencional, hacer aparecer al dragón ya era bastante complicado; aquí, donde su aparición constituía el toque realista, cuando las canciones se silenciaban, se retiraban las lentejuelas de la lluvia y se apagaban las luces de supuestas lunas y soles ponientes, resultaba algo más que difícil. Lu Hsin no le sacó los ojos de encima, todo el tiempo que estuvo en escena. Mirar fijo al dragón, era el gesto más inmemorial de los campesinos; tanto, que se confundía con su empleo del tiempo. Y se le ocurrió que, al fin de cuentas, ese dispositivo de ultrametáfora y alambre, que escupía fuego griego y daba coletazos sobre el tablado, era real. Lo que los autores de la obra habían ocultado en los dobles fondos de su mensaje, era que el dragón siempre existía. En ese caso, eran artistas de verdad: no les importaba pasar por estúpidos.


[Collage de @volker.hermes]

Hago el ejercicio de imaginar que me tomo un año libre. Desempolvo viejas formas, me convenzo de que voy a poder gestionar mi vida como una empresa y que todo es cuestión de marcarse unos buenos objetivos, establecer algún tipo de sistema y reposar en el hábito. Es que pasan las cartas y los días y sigo glitcheado, inseguro de mis elecciones y rezando ese poema de lucille clifton que ya cité una vez, “ruego que lo que amo y lo que dejo me perdonen”.


[Francisco Bitar por @panpoecia]

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