#3 (temporada 2)
Marcos,
Cuando me duele la cabeza siento que un líquido se derramó, y que si la inclino hacia el costado se vierte y agudiza. Entonces me quedo derecha, retengo, procuro moverme poco hasta perder el dolor o sucumbir en algún tipo de analgésico (nunca perifar migra, que genera dependencia y efecto rebote).
Una vez una amiga me dijo que entre la nariz y el labio estaba el punto del equilibrio. Me apreté ahí suave con el dedo, me estremecí y me puse a llorar. Algo similar me sucedió cuando empecé acupuntura. El llanto a veces se presenta automático como la única reacción posible.
[Miriam Lenk, Oktopussy, 2013, cerámica]
Ahora te escribo como si algo se derramara pero sin dolor, con las primeras imágenes que me surgen. A ver si escribiendo así encuentro dónde están alojadas las cosas que perdí o guardé sin saber. Me imagino flotando en un cielo de colores pastel, atravesada por haces de luz que surgen desde abajo. Cuando me tocan, además de sentirse tibio, me extraen objetos no identificados que empiezan a levitar arriba mío, se sostienen en la luz y me hacen sentir despojada, ligera. De pronto todo eso que salió, en vez de configurarse como una revelación o verdad profunda, nada tiene que ver conmigo. No puedo reconocer ninguna de las cosas que flotan y salieron de mí. Son un residuo límpido, inútil y curioso, no parecen tener la función de representar algo que me interpele.
La memoria ahí, en mi alucinación, se vuelve un conjunto arbitrario de cosas que poco tienen que ver con atribuciones de sentido e identidad. No me identifico con lo que flota, pero no desde el rechazo, siento simpatía. Lejos de parir elementos encriptados o densos mi cuerpo se presenta como una caja de pandora pop e inofensiva. Los objetos se empiezan a desintegrar y una vez sola flotando, la escena termina. Esta pequeña ficción inducida me recuerda a cómo imaginaba un parto cuando tenía tres o cuatro años. La panza de la embarazada se abría desde el ombligo como un huevo y desde ahí emergía el bebé.
[@erklgh en instagram. Hijo de la luna. Posteado el 6 de julio de 2017]
Ojalá pudiéramos crear otro lenguaje, otra forma de contarnos y de sentir. No tengo certezas pero tampoco dudas de que hay una relación directa entre esto, los dolores de cabeza y los trastornos de sueño. Ante un poema, solo te puedo responder con otro de José Watanabe:
MELODRAMA
La luz del alba daba lucidez al canto de un pájaro en el jardín.
Cantaba como si lo supiera todo clarísimamente.
Yo desperté con miedo y tú dormías haciendo mohínes, tal vez
esperando una piedad.
El pájaro lo entendía todo. Cada signo le era claro.
Yo descifro las cosas con lentitud y cansancio
y siempre he querido una vida más explícita.
Mi pantalón colgaba de un clavito
y era muy cómodo a la mirada,
colgaba bello y vulgar:
un objeto real, no signo, no cifra en la primera luz.
Nada que descifrar, sólo un poco de pena evidente
porque caía laxo y abatido como un trapo. Y entonces
en su caída
empezó a dibujarnos, y se hizo signo, y qué feroz.
¿Tú aún sigues esperando en tu sueño una piedad?
A.