Circular 11
Cuando juega Rafa Nadal comienza muchas veces con timidez, como si le faltara rodaje. Los comentaristas no se preocupan mucho, están esperando a que empiece a carburar: ya carbura el drive, hay partido — dicen. En una medida distinta, obvio, cuando voy a nadar los primeros 20 o 25 minutos apenas me sirven para empezar a carburar. A partir de ahí empiezo a notar cómo mis piernas y brazos van tomando fluidez. En la bici son los primeros diez o quince kilómetros, hasta que el cuerpo se acostumbra. Son también los que más duelen. Luego se entra en un estado de pedalear en el que las piernas han dejado de preguntarse qué mierdas estamos haciendo. Dice la RAE que carburar es mezclar el aire atmosférico con los gases de los carburantes para hacerlos combustibles o detonantes. También dice que relativo a de una persona o de una cosa es cumplir adecuadamente sus funciones. Han pasado ocho semanas desde que tuve covid y mi cerebro no tiene detonantes ni cumple adecuadamente sus funciones. No carbura. Piso el embrague, meto primera, acelero con suavidad, pero solo obtengo un ruido triste. Al igual que mis piernas, mis brazos, o el drive de Nadal, mi cerebro necesita rodaje. Volver a pensar, volver a escribir. Espero que este boletín me sirva como carburante.
Este es, además, el número once de Circular, en el que prometí hacer balance, y reflexionar: seguir, no seguir, cambiar, no cambiar. He disfrutado escribiendo, eligiendo temas, investigando, preguntando, y sobre todo compartiéndolo. Por mi parte habrá que pensar en las próximas once, aunque primero toca carburar.
La Fortuna, HMS Victory y la letra inglesa
Estos días estoy viendo La Fortuna, una serie de Alejandro Amenábar basada en hechos reales en la que el gobierno español hace todo lo posible para recuperar el tesoro que una empresa norteamericana ha extraído de una fragata española frente a la costa de Gibraltar. Cada vez que sale el barco, —en la ficción La Fortuna— no puedo evitar fijarme si han rotulado el nombre en algún lateral. Me resulta inevitable no pensar en el HMS Victory, el buque insignia de la escuadra inglesa en la batalla de Trafalgar. En 2005 se llevaron a cabo ciertas reparaciones del buque inglés, incluyendo la rotulación. Se eligió lo que en ese momento se consideró que era riguroso, básicamente una versión de la Trajan. Sin embargo, en el siglo XVIII, y en el año de la batalla, aún quedaba mucho para que los ingleses se interesen por la letra romana. No fue hasta que el director del Central School of Art and Design (lo que es ahora Central Saint Martins) William Lethaby sugirió a Edward Johnston observar y estudiar la rotulación en las esculturas del museo Victoria & Albert donde encontró una reproducción de la columna Trajana (a partir de ahí comienza esa admiración que llega hasta nuestros días). En 1805, casi cien años antes, una letra mas común era la English vernacular (así la acuñó el historiador James Mosley en un extenso artículo en la revista Motif, 1964), o letra rotulada inglesa. La English vernacular es una letra de proporciones regulares, casi cuadradas, con lo que funciona muy bien en arquitectura. No solo la utilizaban los rotulistas, sino que la utilizaban artesanos en diferentes disciplinas. Aparece en botes de cerámica, botellas, monedas, grabados en metal, letras de encuadernación, sellos, mapas, en lápidas, tallada en piedra y en madera, y por supuesto, rotulada en paredes, en cristal, en madera, y claro, en barcos. Los últimos en llegar a la fiesta fueron los impresores.
Volviendo al HMS Victory, en 2012, un cambio de propiedad propició que se volviera a pintar, y ahora sí, con la ayuda de James Mosley y del estudio de John Morgan, se eliminó la Trajan, y se rotuló con una letra siguiendo los patrones de la English vernacular.
¿Y La Fortuna? La Fortuna es la recreación en la ficción de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes. Conocemos muy bien la historia de la tipografía inglesa, pero en el caso de la española, ¿cómo sería la rotulación del barco? ¿Tenían los rotulistas españoles un espécimen tipográfico del que copiaban las formas? Parafraseando a Fred Smeijer, parece poco probable que que llevasen un especimen de Fournier, o de Pradell, bajo el brazo. He consultado a Chema Ribagorda, diseñador de tipos, docente y estudioso de la historia de la caligrafía y tipografía española. La primera pista es un manual de 1780 de Francisco Assensio en el que presenta una letra romana mayúscula y minúscula para ‘parajes públicos, como son los templos, los palacios y edificios suntuosos, sepulcros, pinturas, estatuas, y demás partes donde se acostumbra poner las inscripciones con mayúsculas de la letra romana’ y se las ofrece a ‘pintores, escultores, canteros, herreros, campaneros, revocadores de edificios, los escritores de executorias, titulos y privilegios de armas’. El manual se puede consultar online en la Biblioteca Nacional. Mientras la letra inglesa no seguía la tradición impresa, la letra de Assensio parece tener reminiscencias de la letra tipográfica. ¿Tuvo algún impacto el manual de Assensio? ¿Se convirtió en una letra de referencia? Como suele ocurrir, a una pregunta le siguen más preguntas.
Fuentes latinas
Como ya hice en Circulares anteriores, esta es una pequeña selección de fuentes nuevas en el listado de fuentes latinas:
Brossa, de Andreu Balius (Barcelona) diseñada para la Fundació Joan Brossa, una familia con multitud de pesos, fuentes variables y tres niveles de anchura, tiene ese aire de las grotescas, industriales de finales del 19 y principios del 20.
Ella, de Laura Meseguer (Barcelona), una familia tipográfica que surge del estudio del esténcil y la caligrafía. Tiene cuatro pesos que no siguen el patrón habitual de light a negrita, sino que cada uno explora una época distinta de la escritura: Roman, Uncial, Rustic y Brutalist. Una familia experimental en su desarrollo, pero perfectamente comercial en su aplicación.
Sligoil, de Ariel Martín Pérez, diseñador canario afincado en París, una fuente monoespaciada con reminiscencias del periodo industrial inglés y con unas marcadas trampas de tinta. En 2020 Ariel lanzó su propia fundición tipográfica, Tunera.
Atlante, de Yorlmar Campos (Venezuela) y Martín Sesto (Argentina), publicada por TypeTogether. Una familia que creció al revés de lo habitual, como una exploración de las itálicas de los mapas de los cartógrafos del siglo XVII. A partir se desarrolla el resto de la familia, extensa, con tamaños ópticos de lectura y display, con unas itálicas maravillosas y ligaduras para perderse. La historia de la familia la contamos en este artículo.
Por cierto, si quieres proponerme alguna fuente para la cabecera o para la lista, solo tienes que responder a este correo.
Fin de fiesta
Pero sin estridencias. Así se ha ido DonSerifa, el blog, podcast, newsletter de Pedro Arilla. Lo echaremos de menos, sin duda.
La enseñanza de la escritura
TypeTogether se ha metido en uno de esos líos tipográficos que tanto nos gustan: explorar y analizar la enseñanza de la escritura latina en la actualidad. Y digo lío porque es uno de esos proyectos que comienzan chiquitos y terminar por abarcar más de lo que se pensaba inicialmente. Hace un par de meses mis compañeros publicaron una nota en la que se pedía colaboración a aquellos docentes, tipógrafos, calígrafos, educadores, etc., que pudieran aportar su visión. El enlace al formulario es este, y se puede participar en español, portugués e inglés.
Pespuntes
Hablábamos en la Circular anterior de la importancia de los emojis, como la empresa arrocera La Fallera presionó para que se incluyese el emoji paella. Ahora Kitkat va un paso más allá y pide el emoji kitkat. No es más que chufla en twitter, pero demuestra la importancia de los emojis y la ambición de las marcas. Unicode no permite logos ni marcas, tampoco que productos asociados a marcas se conviertan en emojis. Así que de momento no veremos el emoji kitkat.
El extra
Hace unos meses los newsletters que leo regularmente se hicieron eco del The museum of failure, un museo canadiense dedicado a los errores, a lo que no funciona. Me ha recordado al Catálogo de objetos imposibles de Jacques Carelman —que leí y releí de pequeña— un libro lleno de ideas que pueden parecer absurdas. Lo absurdo tienen un cometido accidental, como es poner en evidencia la eficacia del objeto doméstico. Y es que al objeto doméstico solo le prestamos atención cuando no funciona o tiene un mal diseño (hola aceitera que siempre se sale). No nos paramos a pensar en la forma del pitorro de la tetera hasta que se sale el agua caliente, la facilidad con la que abrimos la escalera de mano y subimos por ella, o un objeto tan del día a día como la humilde cuchara. Os dejo enlaces a blogs que muestran algunos de los locos inventos de Carelman (este, este, este y este).
El cierre
Hasta aquí la undécima Circular de tipografía, que empecé a escribir el verano de 2022 en un pueblo de Cuenca, con un calor asfixiante, mientras Europa ardía literalmente y metafóricamente, que continué en el otoño de Londres, con un frío que del ártico que dejó la ciudad congelada durante días, y la termino en enero de 2023, en un invierno que arrancó cálido y se convirtió en ártico. Si todavía queda alguien que niegue el cambio climático que se pase por aquí.
Tanto si la has disfrutado como si no, puedes responder a este correo con sugerencias, comentarios, recetas, abrazos o lo que te parezca adecuado. Sobre todo, gracias por leerla.
Si te llega la imagen de la cabecera la verás compuesta en Almoneda, una fuente de Ales Santos, distribuida por Sudtipos.
Gracias a la inestimable ayuda de Yago Bolívar —que ha rebuscado en las entrañas del código para que se carguen bien las webfonts— y hemos conseguido que casi se lean bien estas líneas en cualquier navegador.
Para compartir y acceder a números anteriores y futuros lo mejor es a través de: circulardetipografia.es
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