Circular 08
Hay algo que me pregunto con frecuencia y para lo que de momento no tengo respuesta: porque algunas fuentes tipográficas siempre caen de pie, hagas lo que hagas funcionan. No me refiero a que estén mejor hechas o sean más bonitas. Con dejarlas caer en el papel, o la pantalla, es suficiente. Y otras necesitan trabajar el detalle, la proporción, la mancha. Me recuerda a algo que le escuchaba decir a mi padre —y que el ejemplo del futbol no sirva como precedente— de dos futbolistas coetáneos que jugaban en el mismo club, ambos delanteros. Uno de ellos hacía parecer fácil lo imposible, y el otro hacía parecer complicadísimo lo más sencillo. Con las fuentes me pasa algo similar. Algunas fuentes solo parecen funcionar con la mano experta del tipógrafo. Otras, sin embargo, llenan la página sin necesidad de ajustes. De vez en cuando apunto cuáles y los posibles porqués, sin haber llegado aún a ninguna conclusión.
El cd-rom que quiso ser y no fue
Allá por el año 96 una joven Catherine Dixon y un no tan joven Eric Kindel se embarcaron en un esfuerzo titánico que no llego a puerto. Typeforms dialogues era un cd-rom interactivo que exploraba 140 familias tipográficas en detalle, un estudio comparativo y descriptivo de historia tipográfica. El cd-rom incluía una descripción en detalle de ocho categorías formales con submenús (condensación, tensión de las curvas, peso tipográfico, forma de los patines, eje, contraste, decoración, entre ellos). En vez de una clasificación al uso, el sistema de Dixon consistía en entender las influencias históricas, algo así como el estilo o inspiración (caligráfica, con influencias del siglo 19, inspiración romana, etc.). El cruce de los detalles formales con las influencias generaba unos patrones, unas repeticiones que permitían encuadrar a cada familia tipográfica en una base de datos cronológica. El proyecto no era mastodóntico por el volumen exclusivamente, sino por la ambición de estudiar historia de la tipografía desde una nueva perspectiva, una que no juzgaba sino que describía y hacía desaparecer la caja donde cabe todo lo que no sabemos clasificar: la de los unicornios y los ornitorrincos.
A pesar de que Dixon si terminó el contenido (y que es parte de su tesis doctoral), no consiguieron finalizar el proyecto. Primero se acabó la beca, y luego se sumó la decepción al comprobar que el software que utilizaban no era capaz de procesar ese nivel de información. Cuando las limitaciones técnicas y económicas fueron evidentes trataron pasar el proyecto a papel con la editorial Hyphen Press, quien originalmente iba a producir el cd-rom. Desgraciadamente para todos —los autores, la editorial, nosotros los lectores, y la historia de la tipografía— aquel mastodonte digital pensado y creado para el mundo interactivo se convertía en varios volúmenes de más de 400 páginas haciendo inviable su publicación y matando definitivamente el proyecto.
Años más tarde, en 2012, Hyphen Press publicó el manual de usuario en el que explicaba todo esto que os he contado. En 2018 la editorial publicó una segunda edición (de libre descarga), ampliado con dos nuevos artículos. En uno de ellos, «Systematizing the platypus: a perspective on type design classification» Catherine Dixon explica la razón de ser y la metodología detrás de Typeform dialogues, el mayor esfuerzo tipográfico interactivo que quiso ser, y no fue.
No puedo dejar de pensar en lo que hubiese supuesto, en países como España, donde la educación y el conocimiento en tipografía no estaba a un click de distancia (recordemos que la web Unos Tipos Duros comenzó su andadura en 1999, en Argentina la Revista tipoGráfica comenzó antes, en 1988), tener un cd-rom con tanta información y de esa calidad. Habría sido, imagino, ese cd pirata pasando de mano en mano, de grupo en grupo, por aquellas conferencias y eventos tipográficos incipientes.
Reseña
Hoy traigo un libro del año pasado, Hemendik, la historia de 50 objetos icónicos de Vasconia, un libro para mirar y para leer, una recopilación de objetos, ideas y productos comerciales que con un fuerte contenido local han pasado a una proyección universal: el pañuelo rojo, el azul Vergara o las bicicletas Orbea. El libro, a cargo del estudio Mito, es impecable, tanto en diseño y acabados, papel, encuadernación (¡se mantiene abierto!) y tipografía. Y aquí se pone aún más interesante. El estudio de Iñigo Jerez, Extratype, se ha encargado de crear una tipo a medida, basada en la letra vasca, pero dejando de lado el feísmo, buscando formas elegantes que mantienen ciertas peculiaridades «vascas», que vemos en lo más obvio, las ligaduras. La tipo la han usado para cuerpos largos y para mi sorpresa, cuerpos de texto. A simple vista parece la misma, pero lo que hay es tres tamaños ópticos. Se puede ver alguna imagen en su Instagram(aquí y aquí, y en la página de los Laus donde recibieron un Laus de Oro). Un libro recomendable para fans —con un bolsillo holgado— de lo vasco, del diseño e historia de producto y de la tipografía fina .
Pespuntes
¿Os acordáis que en el número cuatro mencionábamos la falta de diversidad cultural de algunos libros en cuanto a la historia de la tipografía? Bien, tengo que mencionar con mucho gusto el libro de Rubén Fontana La palabra, la letra y la página (Campgràfic 2019), que voy leyendo poco a poco. En él, Fontana hace una introducción a la historia de la escritura/imprenta/tipografía en tan solo 20 páginas que nos lleva a recorrer la historia con fenicios, egipcios, babilonios, griegos, romanos, mayas, chinos, coreanos, alemanes… Ahí lo dejo.
Lo que nadie mira
Bolardos. Sí, sí, bolardos. Hay algo que he aprendido a observar y a disfrutar en mis años en Inglaterra: la pasión por el detalle, lo que nadie mira, lo nimio, lo obvio. Una de esas cosas que nunca miramos son los bolardos. ¿A quién le importan esas cosas pesadas que siempre están en medio? ¿De dónde salen? Los bolardos son ‘obstáculos de hierro, piedra u otra materia pesada en el suelo de la vía pública destinado principalmente a impedir el paso o aparcamiento de vehículos’. Pero también tienen una acepción marítima, son esos objetos de hierro colado o acero, encorvados, que vemos en los muelles. Se dice que el origen viene de los amarres de los barcos, y que luego fueron reutilizados en la City londinense (recordemos que la City es la zona más antigua de Londres, lo que quedaba dentro de las murallas), y que aún pueden verse en algunas calles. A veces molestos, protegen de los vehículos pesados, pero también engalanan y cuando se cuidan, crean identidad —pensemos de nuevo en los de la City. En Inglaterra, que es país de bolardos, los hay incluso bajo la protección de patrimonio nacional. No uno o dos, sino que una búsqueda rápida de ‘bollard’ en la web de Historic England nos devuelve una 400 entradas. Y es que los bolardos no tienen historia pequeña. Dice la leyenda, parece que infundada, que algunos bolardos provienen de barcos de Napoleón Bonaparte. Una pena que sea solo leyenda.
Inglaterra también es país del humor. Bolardos y humor no es, a priori, una combinación ganadora, pero los seguidores de la (satírica) Asociación Mundial de Bolardos seguramente piensen lo contrario.
El cierre
Hasta aquí la octava Circular de tipografía escrita desde Algorta, País Vasco, en un invierno berlanguiano en el que nos ponemos la mascarilla para salir a la calle y nos la quitamos para entrar en los bares.
Tanto si la has disfrutado como si no, puedes responder a este correo con sugerencias, comentarios, recetas, abrazos o lo que te parezca adecuado. Sobre todo, gracias por leerla. Nos leemos pronto, o no.
Si te llega la imagen de la cabecera la verás compuesta en Ginebra, una fuente de José Manuel Urós, diseñada en 2004 y distribuida por Type-Ø-Tones.
Gracias a la inestimable ayuda de Yago Bolívar —que ha rebuscado en las entrañas del código para que se carguen bien las webfonts— y hemos conseguido que casi se lean bien estas lineas en cualquier navegador. Para compartir y acceder a números anteriores y futuros lo mejor es a través de: circulardetipografia.es
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