¿Quieres seguir apagando fuegos o diseñar mejores formas de trabajo?
Hace un par de años trabajé en uno de los equipos de tecnología más ambiciosos en los que he trabajado.
Es un banco importante a nivel global.
Gente muy talentosa. Con ganas, energía, buenas intenciones.
Pero había un problema:
Los tiempos no se estaban cumpliendo.
Y cuando el producto salía, habían errores.
Una y otra vez.
No era falta de capacidad.
Era otra cosa: procesos rotos.
Una comunicación que se perdía en burocracia y reuniones interminables con idas y vueltas sin conclusiones claras.
Las instrucciones estaban.
Pero no el propósito.
No había claridad de por qué hacían lo que hacían.
Ni cómo eso, impactaba en el cliente, o incluso en el/la compañero/a de al lado.
Las bajadas de línea estaba.
Pero dar órdenes no es lo mismo que dar dirección.
El norte, simplemente no existía.
Cuando pregunté por las métricas que se le exigían al equipo, nadie me supo responder.
Ni el equipo ni la persona responsable de definir esas métricas, que era responsbale de iluminar con su visión.
Si a estas alturas te preguntas por qué mi usuario es vision.jeff -misterio resulto-. Creo que una empresa, equipo o persona sin visión (no hablo de la vista) logre algo, si no tiene una imagen de qué quiere lograr.
Y no me confundas, creo en la serendipia, soy promotor de la exploración, pero incluso los descubrimientos “por error” tenían una intención o una visión (no importa que haya sido otra).
Me desvié un poco, vuelvo con el banco…
En ese momento, lo fácil habría sido proponer un cambio radical. De hecho, es lo que hacen la mayoría de los consultores.
Proponer un nuevo sistema. Una reestructura.
Pero eso, la mayoría de las veces, no es viable.
Ni para bancos, ni para las pymes, ni para tu oficina.
Hicimos otra cosa:
Nos preguntamos, ¿cuál es el ajuste mínimo que podemos hacer? Sin pedir aprobaciones al jefe del jefe del jefe. Sin tocarle el presupuesto ni los egos de nadie.
Decidimos cambiar la forma como empezaban el día.
Una reunión breve, todos los días. No más de 15 minutos
Nada del otro mundo:
Cada quien decía en qué estaba, qué necesitaba, y si había algo que obstruyera su trabajo.
Al principio era un caos.
Señalamientos y culpas o “¡Qué pérdida de tiempo, no tengo nada nuevo para decir. Estoy en lo mismo de ayer!”
Cada quien tenía una lista distinta de prioridades.
Y nadie entendía bien qué estaban haciendo los demás.
No era más que un reflejo de la realidad.
Luego de un par de semanas, las piezas empezaron a encajar.
Se notaba en la energía.
En cómo anticipaban los problemas.
En cómo se desarrollaba un consciencia de que lo que hacía cada uno, de alguna forma le afectaba al todo.
En cómo se tomaban decisiones sin repetir todo desde cero.
Eso nos dio pie a construir un tablero en una pared.
No era para acusar a nadie ni exponer a nadie, era para mantenernos alineados.
Saber en qué andaba cada quien sin necesidad de interrumpirnos.
Sí, al principio tenía que perseguir a algunos para que actualizaran sus tareas. Luego, me desprendí y ellos mismos hacían su propio seguimiento de todo. Se creó una cultura de sinergia.
Evitamos las reuniones largas y tediosas -a veces innecesarias-, por esos alineamientos diarios de 15 o 20 minutos.
¿Desaparecieron los errores? No.
¿Se volvió un equipo perfecto? Tampoco.
Pero dejaron de remar cada quien hacia su lado.
Unimos fuerzas para ir en una misma dirección.
Y eso, en cualquier organización, ya es un cambio real.
Dejamos de trabajar para “vender más” y comenzamos a trabajar definiendo métricas sobre las que teníamos un impacto claro.
Dejó de ser un equipo reactivo y se convirtió en un equipo de exploradores, que generaban sus propias hipótesis y proponían experimentos para mejorar el producto y la experiencia.
Te cuento esto porque muchas veces creemos que para trabajar mejor necesitamos certificaciones, consultores, herramientas costosas.
Y no.
A veces lo que necesitamos es más simple.
Probar un cambio pequeño que funcione para nosotros.
Y repetirlo hasta que se vuelva cultura.
Si esto que te conté te parece interesante, entonces espero que ya te hayas anotado en el evento del 10 de julio.
No voy a hablar de teoría ni de marcos complejos.
Voy a mostrarte cómo integrar nuevas formas de trabajar, pensar y diseñar el futuro cercano del negocio inmobiliario.
No es una conferencia.
Es una conversación.
Vas a participar.
Vamos a pensar juntos.
Si quieres estar ahí, escríbele a Luis Rey o a Richard Cantillo. Ellos tienen toda la info.
Y te dejo con esta pregunta:
¿Cuánto tiempo más vas a seguir apagando fuegos en vez de rediseñar el sistema?
Nos vemos pronto,
Jeff