Malas noticias en Sábado Santo
Has conocido o conocerás de la ignominia y del dolor en cuanto aparezcan, en tu pantalla, en un tiempo cercano al momento en que leas esta frase.
Nosotros, quienes conocemos de las malas noticias, aparecemos como sujetos activos, pero coaccionados, de ese conocimiento.
Las malas noticias dirán que un indefenso luchó contra un poderoso e, injustamente, perdió; dirán que una violencia improbable tocó a la puerta de una infortunada; dirán que la curva que antes iba hacia arriba ahora va hacia abajo.
Creo que hemos pasado el punto de preguntarnos si deberíamos o no saber una cosa o la otra. Que lleguemos a saber de todo esto se ha vuelto, como el reflejo rotuliano, algo que hacemos sin saber por qué.
Quien sepa del mecanismo de este reflejo tendrá que hacer, si quiere, el esfuerzo de diseñar de nuevo partes cruciales del circuito, las partes que conectan los ojos a los dedos, estos a la pantalla, y esta de vuelta a los ojos, que sabrán, en un formato conveniente, de la ignominia y del dolor. Pocos quieren, porque cuesta más saber de lo que debemos querer que saber de lo que queremos.
Supongamos que sabes lo que debes querer, pero todavía no lo quieres. Te espera un largo trecho. De saber de las razones para querer querer cambiar el circuito a tener uno nuevo pasará, en el mayor de los casos, tiempo suficiente para olvidarnos de lo que nos trajo hasta esta palabra, y quizás también para arrastrarnos, como los proverbiales muertos, río abajo.