Newsletter #04. El crimen del siglo... XIX
Un abrazo a todos y todas. Espero que el nuevo año haya empezado de la mejor manera posible y que las fiestas, que son una mezcla de muchísimas emociones, no os hayan revuelto demasiado. Gracias a los que leísteis el post del fanzine de la inteligencia artificial y espero que disfrutéis de este también.
El crimen del momento
Dentro de la aleatoreidad aparente de este boletín, hay cosas que si que tengo claro que me apetece explorar. Una de ellas, como ya se viera en el primer número, es imaginar posibles proyectos fotográficos. Creo que la fotografía puede ser usada para hablar de muchísimos temas y mi esperanza es que algo de lo que aquí se escriba pueda inspirar a alguien y ofrecer una chispa que pueda encender algo nuevo e interesante. Creo que un camino posible para crear nuevos trabajos fotográficos es analizar cómo funcionan otros géneros y formatos e intentar aplicar sus hallazgos a la fotografía.
El género del true crime (en español hay muchos términos tales como crónica negra, crónica de sucesos, pero creo que no tienen la misma resonancia) es ese género que examina crímenes auténticos. En su versión mas sencilla se limita a ser la reconstrucción o el relato ficcionado de hechos truculentos pero muchas veces ofrece además nuevas investigaciones al margen de la oficial o usa el crimen como punto de partida para examinar una época, un lugar o un contexto concreto. Es un género con mucha solera pero que ahora, con la explosión de popularidad de los podcasts y la aparición de las plataformas de contenido audiovisual goza de una renovada popularidad.
Es un genero al que la fotografía contemporánea se ha acercado en ocasiones, pero me sorprende que no haya más trabajos relacionados. La posibilidad de usar diferentes materiales gráficos (materiales de época, archivos, prensa, fotos de la actualidad), el intento frecuente en la fotografía de hoy de fotografiar cosas de las que no queda rastro o el usar hechos criminales para hablar de otros temas hacen del true crime un campo interesante para investigar. Por supuesto hay ejemplos estupendos como "Redheaded Peckerwood", del fotógrafo estadounidense Christian Patterson y seguro que hay proyectos patrios que desconozco.
Foto de Christian Patterson
Es un género que está viviendo hoy en día una necesaria (aunque tímida) revisión crítica. Con frecuencia es un género solo basado en el morbo y en las historias truculentas, y poniendo el énfasis en la personalidad y circunstancias de criminales notorios, se olvida o, peor, se revictimiza a las personas que sufrieron dichos actos. Así, es muy fácil encontrar podcasts, documentales y libros elucubrando sobre la identidad de Jack el Destripador y sus métodos y no tan sencillo encontrar trabajos que hablen sobre la vida de las mujeres que asesinó o sobre el contexto que facilitó que operase impunemente. O, en un ejemplo reciente, series de ficción basadas en asesinos terribles como Jeffrey Dahmer o Ted Bundy, interpretados por carismáticos y atractivos actores jóvenes, han provocado un renovado sufrimiento a las familias de sus víctimas.
Foto de Virginie Rebetez
¿Como podríamos entonces usar el género del true crime en nuestros proyectos fotográficos? Una posible solución es encontrar sucesos que nos pueda interesar investigar pero de los que estemos tan alejados en el tiempo que no haya posibilidad de dañar a alguien. O, como en el escalofriante "Out of the blue" de Virginie Rebetez, hablar de un suceso sin resolver pero con la completa colaboración de sus familia. Ese libro habla de la desaparición de una chica joven, Suzanne Gloria Lyall, y a través de materiales de su vida y fotografías de los lugares que habitó, habla de la ausencia y de esa búsqueda sin fin de una explicación que no llega. Aunque no sea estrictamente true crime, una estrategia parecida usó Laia Abril para componer su magistral "The Epilogue"
Fotos de Laia Abril
En Julio de 1888, en el número 109 de la madrileña calle Fuencarral, un incendio declarado de madrugada y unos gritos alertaron a las autoridades que, tras forzar la puerta de la vivienda situada en el segundo piso del inmueble, se encontraron con un siniestro panorama. La casa llena de humo, la dueña de la casa asesinada y con el cuerpo en llamas y en la cocina una sirvienta y un perro bulldog inconscientes. Este fue el misterioso punto de partida de un enrevesado suceso que sería conocido posteriormente como "el crimen de la calle Fuencarral" y que protagonizaría la mayoría de conversaciones en la capital durante los siguientes meses.
Las investigaciones del caso, recogidas (e inventadas directamente en ocasiones) por la prensa de la época, que vería aquí el nacimiento de las sección de "sucesos", fueron un vaivén de revelaciones y giros. Que si la sirvienta en unas declaraciones se declaraba autora y en otras totalmente inocente, que si el hijo de la víctima, un personaje conocido por golfo y vividor, primeramente parecía que estaba en la cárcel en el momento del crimen, que si realmente estaba conchabado con el director de la prisión y salía cuando le daba la gana, que si había una tercera complice, amiga de la sirvienta... Un embrollo que iba a mantener en vilo a la sociedad madrileña, partidarios de una u otra versión y que iba a culminar, tras largo juicio, en la ejecución por garrote vil de la principal sospechosa, Higinia Varela. Para añadir más misterio al asunto, justo antes de ser ajusticiada gritó unas palabras "¡Dolores, catorce mil duros!" que nunca se han aclarado satisfactoriamente.
El portal del edificio en Google Maps
Puede parecer que una historia de viudas ricas con mal carácter, sirvientas con historias turbias, hijos sinvergüenzas adictos a la noche y sus placeres y acaloradas tertulias de café tienen poco que ver con nosotros o nuestro tiempo. Pero hay muchos elementos interesantes que podrían explorarse fotográficamente. Se podría rastrear, por ejemplo, como se han transformado los lugares donde sucedieron los hechos, acudir a documentos de la época (uno de los escritores que siguió el caso fue Benito Pérez Galdós), indagar en las condiciones de vida de ese mundo de ricos muy ricos y pobres de solemnidad o incluso buscar paralelismos entre aquellos hechos y nuestra actualidad. O, probablemente, soluciones y estrategias mucho más creativas y originales de las que yo pueda imaginar en este momento.
En conclusión, creo que es muy limitante el condenar a la fotografía a únicamente repetir temas y acercamientos que ya existen. Fotografiar lo que hace tiempo desapareció, traerlo a nuestra realidad, y a través del pasado contar historias sobre nuestro presente no son, en modo alguno, ideas revolucionarias. Pero creo que el impulso de buscar nuevas vías y reinventar lo que parece posible son parte del camino para que la fotografía siga siendo una actividad relevante y viva.
Esto es todo por esta semana. Espero hayáis disfrutado. Si alguien quiere conocer más sobre el crimen de la calle Fuencarral, una manera bastante loca es escuchar el capítulo que le dedica el podcast "Crímenes. El musical". También os recuerdo que hasta el 19 de Enero está abierta esta convocatoria de la que soy parte, y que podéis mandarnos vuestros trabajos. Cualquier duda o comentario sobre la convocatoria o el post o sobre lo que sea, será un placer atenderos en los canales habituales. ¡Hasta la próxima!