Newsletter #02 Algoritmo y ritual
Un abrazo a todos y todas. No tenía grandes expectativas al comenzar estos envíos, pero cada vez que uno lanza algo al mundo siempre está latente el deseo de que conecte con alguien. Y aparentemente eso ha sucedido con el primer número. El número de subscriptores me ha sorprendido, entre ellos un montón de gente que admiro. Gracias a todas las personas que han disfrutado de él, y pido mil perdones a los que se convencieron de que el libro del que hablaba existía.
Casi cada vez
La mayoría de las mañanas, cuando llego a la cocina, realizo en orden estas operaciones.
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Enchufo la cafetera. Es una Gaggia Classic. Es primordial que comience a calentarse enseguida, porque si es una mañana fría tarda unos minutos.
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Limpio el portafiltro de la cafetera y le pongo el cacillo correcto. El que usan mis padres es distinto del mío y si no está colocado el correcto el resultado será imbebible.
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Saco mi balanza digital china y peso 18 gramos de café de especialidad en grano en un recipiente de bambú. No siempre uso la misma marca o variedad, así que voy alternando entre bolsa y bolsa. Ultimamente uso de la casa Syra.
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Cojo una cucharilla de postre y mojo muy levemente el extremo, luego revuelvo el café en su recipiente. Esto es para evitar que al molerlo se genere electricidad estática en el molinillo.
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Si la cafetera está ya medianamente caliente, la desenchufo y enchufo el molino de café. Hace mucho que debería tener un adaptador con mas enchufes, pero mientras lo hago de este modo tan ineficaz.
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Muelo el café en dos tandas de 12 segundos. Con una seria suficiente, pero la segunda es para pillar algún grano suelto que pudiera haber. El molino es un Baratza Sette 30, y está en el segmento barato de los molinos que empiezan a ser caros.
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Vuelvo a conectar la cafetera, cojo una taza y taro la balanza con ella, poniéndola a cero.
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Paso el café molido al portafiltro. Antes lo huelo. Es sin duda lo mejor de todo el proceso. Una vez pasado al portafiltro, uso una herramienta de distribución (que es una cosa con pinchos) para deshacer los grumos y una vez nivelado aproximadamente el café dandole unos golpecitos en el lado, lo prenso con una prensa del diámetro del portafiltro. Este es uno de los pasos más importantes y siempre tengo dudas de si lo he hecho bien.
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Enrosco el portafiltro con el café prensado en la cafetera, coloco la taza debajo. Toco la cafetera para ver si ya tiene la temperatura adecuada. Si es así, le doy al botón de la cafetera.
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Cuando comienza a salir el café, le doy al cronometro que lleva la balanza china. Lo ideal sería que la balanza estuviera con la taza bajo la cafetera, pero este modelo no cabe. Dejo que salga el café aproximadamente 25 segundos.
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Peso el líquido que he obtenido en esos 25 segundos. Si es aproximadamente 40 gramos, sé que todo ha salido aproximadamente bien. Si es bastante mas o bastante menos, algo habrá fallado en todo el proceso y el café no sabrá como debe.
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Para la leche vierto 150 ml de leche entera fría en una jarrita metálica. Que sea fría y entera ayuda a que se emulsione correctamente. Conecto el botón de vapor de la cafetera. Una vez la luz roja indica que la temperatura es la correcta, saco el espumador metálico de leche de la cafetera, coloco la jarra bajo él en ángulo y dejo salir el vapor.
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El objetivo es que la leche aumente su volumen sin salirse de la jarra y que se caliente sin quemarse. El proceso suele tardar unos 15-20 segundos. Cuando creo que está correcto cierro el vapor, doy unos golpecitos a la jarra de leche sobre la encimera y limpio el espumador con un paño con cuidado.
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Giro la jarra de leche con movimientos suaves para que toda la leche se una bien a la parte más espumosa y vierto la leche en la taza de café. No hago latte art porque no sé ni tengo intención de aprender.
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No es necesario pero añado un terrón pequeño de azúcar. Ya estoy listo para tomarme el café. El proceso entero ha durado entre 10 y 15 minutos.
#### Foto de Tim Douglas/ Pexels. Mis mañanas no son así...
Pascual Martínez y Vincent Sáez son, aparte de dos buenos amigos, unos estupendos fotógrafos que han empezado en los últimos tiempos a usar la cámara de gran formato para sus proyectos fotográficos. Se trata de cámaras grandes y complejas de manejar, asi que les pedí que me hicieran un resumen de los pasos que han de dar cuando hacen una fotografía con ella y esto me contaron (los apuntes en cursiva son míos):
El de la foto NO es ni Pascual ni Vincent, sino Clyde Butcher
Lo primero que nosotros hacemos es cargar los respaldos con las placas en casa, porque es más cómodo y para ello utilizamos una bolsa estanca y opaca a la luz, tenemos 5 respaldos, cada uno tiene dos disparos, así que siempre preparamos 10 placas. La bolsa estanca siempre la llevamos, por si necesitamos recargar, pero no solemos hacerlo.
Una vez en el lugar elegido para el disparo, hacemos lo siguiente por pasos:
1. Colocamos la cámara en el trípode. (Estas cámaras son grandes y pesadas y es inviable dispararlas sin trípode, a no ser que seas Weegee)
2. Abrimos el fuelle (Para transportarlas y guardarlas el fuelle va totalmente plegado, pero para disparar hay que desplegarlo)
3. Colocamos el objetivo que vayamos a utilizar.
4. Abrimos el obturador a su posición más abierta para dejar pasar la luz y poder ver a través del cristal esmerilado de la cámara de placas.
5. Colocamos el cable disparador, siempre lo usamos para evitar que se mueva la cámara.
6. Medimos con el fotómetro. (Se trata de un fotómetro de mano, ya que la cámara no lleva uno incorporado)
7. Colocamos la velocidad y obturación según los valores del fotómetro en el objetivo de la cámara.
8. Procedemos al enfoque, esa es la parte más complicada, dependiendo de lo que fotografiamos. (Este paso se hace habitualmente con el fotógrafo mirando el cristal bajo una tela oscura para poder ver con claridad la escena)
9. Cuando todo está correcto, cerramos el obturador para que deje de pasar la luz.
10. Colocamos el respaldo con la carga de la placa.
11. Retiramos la parte negra que tapa la placa.
12. Disparamos.
13. Volvemos a poner la parte negra que tapa la placa.
14. Retiramos el respaldo.
Foto de Pascual y Vincent de su proyecto "El libro blanco"
El diccionario nos dice que un algoritmo es un "Conjunto ordenado y finito de operaciones que permite hallar la solución de un problema". Un ritual o rito, en cambio, es definido cómo una ceremonia solemne que consiste en una serie de acciones predeterminadas realizadas en un orden concreto.
Un cafe espresso o una fotografía de una cámara de placas son consideradas como la mayor expresión de dominio técnico de sus respectivos campos. Existen, por supuesto, muchísimas otras maneras de proporcionarnos una dosis de cafeína por las mañanas o de conseguir una imagen. Y creo que es una trampa pensar que la simple complejidad es sinónimo de que algo es mejor. En ambos tipos de operaciones existen variables objetivas pero también muchos aspectos en los que, pese a lo que digan los expertos y los manuales, el gusto subjetivo juega un importante papel.
Lo que me fascina es considerar ese momento incierto en que estas listas de pasos en busca de un resultado deseable se convierten en pequeñas rutinas cotidianas que tienen que ver más con nuestra vida, la que tenemos y la que queremos tener, que con una optimización de nuestros recursos. El momento, en definitiva, en el que pasan de ser algoritmos a ser rituales, transformados por el tiempo y el uso hasta ser un reflejo de quienes somos.
Esto es todo por ahora. ¿Apetece un cafetito? Espero os haya parecido interesante. Si alguien quiere meterse en el laberinto sin fin que es el mundo del café, le recomiendo el canal de Youtube de James Hoffmann o, en español, el de flat&white. Como siempre cualquier comentario, pregunta o sugerencia, podéis hacerlo llegar a mis redes sociales. Nos leemos en un par de semanas con algo completamente diferente.