¿Es esta la materialización de un propósito de Año Nuevo? Ya os adelanto que no. Pero estamos en el primer domingo del mes y en el primer domingo del año y los astros se han alineado y aquí estoy. Además, tuve la genial idea de comunicarle a Clara, mi corresponsal intermitente en Belfast y quien me propuso a la señora de hoy, que este fin de semana lo haría, así que ya no lo puedo atrasar más. La meteorología me ha ayudado con un temporal; escribo mientras escucho lluvia y viento.
Si intento visualizar la historia (esa con una mayúscula que yo ya no pongo), me imagino un espacio oscuro sobre el que, de vez en cuando, se van encendiendo algunos focos. Bajo esos focos —casi invisibles si intentamos abarcar toda la oscuridad alejando el zoom—, hay casi siempre señores haciendo algo. Reinando, en una batalla, escribiendo, haciendo experimentos… Ellos están en el centro del foco, donde apenas hay espacio para nada más, pero a veces se cuela en el halo de luz una mano o una nariz de una persona que nos dicen que es su mujer, su madre, su amiga, su hermana. Son apariciones fugaces. Cuando salen del foco, olvidamos su existencia. Pero si encendiéramos otra luz, si las siguiésemos a ellas, veríamos que tienen una vida propia que en ocasiones es incluso más merecedora de aparecer en los libros que las de sus maridos, padres, amigos o hermanos. Nuestra protagonista de hoy es una de las damnificadas por un foco familiar que la dejó a oscuras, como muestra lo que pone en su tumba:
«Mary Ann McCracken, la amada hermana de Henry Joy McCracken. Nacida el 8 de enero 1770. Lloró junto al cadalso de su hermano el 17 de julio de 1798. Murió el 26 de julio de 1866. Dileas go h-Eag' (Leal hasta la muerte)».
Mary Ann, si le hacemos caso a ese epitafio, vivió 96 años y lo único que hizo fue ser hermana de alguien que murió cuando ella tenía 28. Imaginad que alguien reduce vuestra vida a eso. Imaginad ahora que en realidad sois señoras radicales, feministas, antiesclavistas, activistas de los derechos de las mujeres y la infancia y las personas sin recursos (espero que no haya mucho que imaginar), pero un día llorasteis cuando visteis cómo colgaban a vuestro hermano. ¡Ah! Y también cometisteis el error de decir que un amigo os parecía guapísimo. Ya no solo fuisteis hermana de, sino también ¿prometida? ¿amante? ¿sufridora en silencio de un amor no correspondido? de otro señor. Menos mal que 96 años dan para mucho más.
Todas las cosas que hizo Mary Ann
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La única foto que tenemos de Mary Ann McCracken.
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Los 96 años de vida de Mary Ann McCracken empezaron en 1770, en Belfast. Su familia era presbiteriana, de clase media y bastante influyente: su abuelo materno había fundado un periódico, el News Letter, que sigue en funcionamiento, y su padre era capitán de barco y había hecho negocio en astilleros y en la industria textil. Su madre, Ann Joy, ya había tenido un par de negocios (una tienda de sombreros entre ellos) antes de casarse.
El tipo de ambiente en el que se criaron Mary Ann y sus hermanos queda bastante claro al saber el colegio que escogieron sus progenitores: era un cole en el que niños y niñas estudiaban no solo juntos, sino lo mismo. No había castigos corporales y aprendían mediante el juego. Además, tenían un sistema de recompensas en el que los alumnos podían avanzar en los distintos estratos de la sociedad si sacaban buenos resultados: de sirviente a reina. Eso sí, también podías caer de nuevo a la servidumbre si no ibas mucho a clase.
¿Se notó en algo esa educación? Parece que sí: en 1788, Mary Ann y Henry Joy (su hermano que sería famoso, que también había ido a ese cole), con 18 y 20 años respectivamente, montaron una escuela para pobres. El concepto era radical, sobre todo, porque admitían a niños y niñas de cualquier religión y no los forzaban a nada religioso. Os parecerá una tontería, pero las autoridades no tardaron nada en echarle el cierre a la iniciativa.
Otra de las cosas que hizo Mary Ann de pequeña fue ayudar a su madre en sus tareas caritativas. Sus tíos habían fundado en la década de 1750 un asilo para personas pobres y enfermas, y Mary Ann pasó mucho tiempo allí: acompañaba a su madre cuando iba a llevarles ropa y le dejaban jugar con los niños que vivían en el hospicio. Siguió yendo hasta allí con regularidad durante toda su vida, adoptando roles mucho más activos. Gracias en parte a su presión e insistencia (no todo el mundo de la Belfast Charitable Society quería), el asilo añadió una escuela y una guardería. Defendía además que la educación que se les daba a los niños y niñas pobres fuese de calidad, con el mejor profesorado y los mismos contenidos que se enseñaba a los más privilegiados.
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Este es David Manson, el fundador del cole al que fueron Mary Ann y sus hermanos.
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Hay más, no os creáis. Con su hermana Margaret, montó una empresa de muselinas que empleaba solo a mujeres. Y en este momento de la verdad, Mary Ann y Margaret demostraron que lo suyo no era solo de boquilla: se esforzaron por proporcionar a las trabajadoras unas condiciones dignas y fueron de las pocas empresas que no despedían a gente cuando las cosas iban mal. También se preocupó mucho por el trabajo infantil, promoviendo inspecciones a empresas que lo utilizaban para asegurarse de que al menos les daban un plato de comida caliente y recomendando que les diesen zapatos. Se oponía a que hubiese niños deshollinadores. Y su negocio textil, por cierto, llegó a tener producción casi industrial.
Como se ve que tenía mucho tiempo libre, Mary Ann fue también cofundadora de la Belfast Harp Society, una organización que buscaba preservar e investigar la música tradicional irlandesa (en especial, la del harpa) y en la que también se daban clases de irlandés.
Y, bueno, no tomaba azúcar. No porque hubiese hablado con un nutricionista, sino porque sabía que en su producción se utilizaba siempre a esclavos y esta era una forma de boicot popular en la época. Y no era fácil: según se dice, era una señora bastante golosa, pero el tema de la abolición de la esclavitud es uno que le preocupó toda su vida. Decía, con mucho sentido, que no había ningún argumento que se hubiese usado para la esclavitud de las mujeres que no se usara también para defender la esclavitud general. Porque su feminismo era como debe ser: interseccional. Con ochenta años cumplidos, todavía repartía panfletos abolicionistas a las personas que se iban a subir a un barco hacia América. Muy indignada, decía que la ciudad entera se había centrado en hacer dinero y negocio a toda costa y olvidado de dónde venía esa riqueza. «Solo quedamos unas 16 o 17 antiesclavistas en todo Belfast», se quejaba. Como alguien de una familia con muchos lazos en el textil se benefició de forma indirecta del trabajo esclavo, pero parece ser que cuando fue ella la que tuvo la empresa se preocupó por no usar nada que tuviese ese origen.
Lo de su hermano (y rumore, rumore)
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Henry Joy McCracken, el rebelde guapo
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Esperad, esperad, ¿qué es eso? ¿De quién es esa mano que se ha colado en el foco de Mary Ann? Da un paso más, no seas tímido. Ah, claro. Hola, Henry Joy, qué bien verte tan joven y tan vivo (y tan guapo: lo llamaban the handsome rebel). ¿Qué nos quieres contar? Ah, lo de los irlandeses unidos. Con mayúscula mejor, sí. Los Irlandeses Unidos. Tú eras uno, claro. ¡Y Mary Ann también! Queríais una revolución como la americana o la francesa, pero a la irlandesa. Uniros todos los irlandeses, sin que importase vuestra religión, para conseguir una Irlanda mejor y salir del yugo inglés. (Mary Ann comparó una vez la relación entre Inglaterra e Irlanda con la de un matrimonio. El marido, Inglaterra, siempre oprimía a la mujer).
Mary Ann y Henry Joy se llevaban solo dos años y siempre habían tenido una relación muy cercana. El interés por la política surgió en los dos: no leían el periódico del abuelo, sino una publicación radical. Henry Joy fue uno de los primeros miembros de los Irlandeses Unidos, actividad por la que pasó un año en la cárcel, entre 1796 y 1797. Al salir, siguió con su actividad revolucionaria, esperando la llegada de tropas francesas para ayudar a luchar contra los ingleses. Pero los franceses no desembarcaron y los ingleses arrestaron a muchos de los rebeldes que estaban ya escondidos y preparándose para huir a América. Henry Joy era uno de ellos. Mary Ann había estado jugándose el cuello consiguiéndoles comida, ropa y dinero y moviéndose para buscarle un pasaje para cruzar el Atlántico. Pero no sirvió de nada.
A Henry Joy lo sentenciaron a morir en la horca y Mary Ann estuvo con él todo el rato. Lo acompañó del brazo hasta el cadalso y las autoridades tuvieron que separarlos a la fuerza.
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Cuadro de Michael O'Neill sobre la separación de los hermanos.
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Colgaron a Henry Joy y Mary Ann lloró, como ya sabemos. Pero también consiguió que lo descolgaran rápido e intentó que un equipo médico lo reanimara. Porque Mary Ann era también bastante friki y de la ciencia y la tecnología y sabía que había muchos avances en ese terreno. (No muchos años después, Mary Shelley escribiría Frankenstein también inspirada por ese interés). Pero los médicos no consiguieron nada. Antes del funeral, Mary Ann le cortó un mechón de pelo a su hermano que todavía se conserva.
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Las últimas palabras de Henry Joy fueron «dile a Russell que cumplí con mi deber». Thomas Russell era otro rebelde guapo (perdón por la frivolidad en algo tan serio, pero ¿era esto algo característico de los Irlandeses Unidos?), amigo de Henry Joe y amigo de Mary Ann. Muchos años después de su muerte (también colgado), un historiador le preguntó a Mary Ann cómo era y aquí ella cometió el error de describir su atractiva boca con demasiado detalle y decir que era «un modelo de belleza masculina». Basándose en esto, nació la leyenda. Un texto de 1893 (casi treinta años después de la muerte de Mary Ann) dijo de pronto que estaban prometidos. La mecha estaba prendida: ese supuesto compromiso apareció en varias pequeñas biografías de Henry Joy y de Thomas Russell. Ya en el siglo XX, y de nuevo sin citar fuentes, un texto le dio otra vuelta a la historia: Mary Ann estaba enamorada de Thomas, pero nunca se lo dijo. ¿Qué hay más romántico que un amor secreto? ¿Quién no se lo hubiese inventado también para darle color a la aburridísima vida de Mary Ann?
Se conservan muchísimas cartas, porque Mary Ann era muy buena corresponsal, y en ninguna parece que haya más que una buena amistad (pero claro, ¡era un amor en silencio!, dice quien defiende esta teoría). ¿Hubo más? Nunca lo sabremos. Pero como buena amiga, hizo lo imposible por salvarlo: pagó un soborno para que lo soltaran cuando lo arrestaron en 1805 (no funcionó) y le encargó a su primo abogado, otro Henry Joy, que lo defendiera. Tampoco surtió efecto, pero Mary Ann siguió siendo buena amiga: pagó su funeral y se ocupó económicamente de la hermana de Russell. A él creo que no lo intentó resucitar.
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El rebelde irlandés (y modelo de belleza masculina) Thomas Russell (1767-1803).
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En todas esas cartas que escribió a lo largo de su vida, queda claro también que su compromiso e interés políticos no se limitaban a «ayudar a mi hermano y mis amigos». Creía en la causa y, con el paso de los años, sus creencias evolucionaron. Al final, su preocupación real era el bienestar de trabajadores y trabajadoras, y por eso veía esperanza aunque siguieran bajo dominio inglés. Creía también que habría que subir los impuestos a los ricos, porque la filantropía no servía para todo, porque el sistema social era injusto.
Mary Ann nunca se casó, algo que no debería sorprendernos al leer la comparación que hizo entre Inglaterra e Irlanda y un matrimonio. En su momento, además, criticó a Mary Wollstonecraft (la había leído, claro) por acabar pasando por el altar después de haber sido tan crítica con la institución del matrimonio. Sabemos que su radicalidad aquí iba también más allá de su discurso. Tras la ejecución de su hermano, se enteró de que este había dejado una hija ilegítima de cuatro años. En contra de toda su familia, Mary Ann la adoptó y la crio como parte de la familia porque le importaba cero que fuese el resultado de una relación que no había sido oficializada en un altar.
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Mary Ann y su sobrina Maria.
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Mary Ann tenía 96 años cuando murió. Vivía con Maria, la sobrina adoptada. La enterraron con su hermano y, si os indigna lo que pone en su tumba, quizá os indigne más saber que hasta principios del siglo XX no ponía nada porque no había ninguna lápida con su nombre. Ahora tiene ya hasta una placa azul y una estatua y murales de graffitti.
- Saqué la información de su página de Wikipedia (y la de su hermano), de la tesis doctoral The Letters and Legacy of Mary Ann McCracken (1770–1866), de Cathryn Bronwyn McWilliams, del episodio de pódcast Mary Ann McCracken - Belfast radical and abolitionist (en History Now) y del minidocumental de la BBC Rebel Heart, en el que la actriz Michelle Fairley (Catelyn Stark para los fans de Juego de Tronos) nos hace un resumen de su vida demasiado centrado en Henry Joy.
- Si os parece que paso demasiado por encima de la situación de Irlanda en esos años, tenéis toda la razón. Lo hago porque es complicadísimo, perdonadme. Pero os traigo el mejor recurso para aprender sobre Irlanda del Norte: mi amiga Clara Ministral, quien me propuso a Mary Ann, es traductora y tiene una web maravillosa, WHEEKER BOOKS, sobre literatura de la región, que también tiene una niusléter, NORTE, en la que explica muy bien distintos episodios históricos de la zona. ¡Suscribíos!
El botiquín 💊
¡Han pasado muchos meses! ¿Qué me ha mantenido cuerda y feliz?
🎶 Dice Last.FM que he escuchado mucho los discos de Hurray For The Riff Raff y Camera Obscura, lo cual es cierto. Los recomiendo los dos. Y no solo esos últimos discos, sino la discografía completa.
📚 Los libros que más me han gustado de estos últimos meses fueron Planeta solitario, de Ana Flecha Marco (¡ilustre suscriptora de este humilde boletín!), Tengo algunas preguntas preguntas para usted, de Rebecca Makkai (traduccion de Aurora Echevarría Pérez para Sexto Piso) y lo que sea que haya leído de Virginia Woolf, que es bastante. Acabé el año leyendo Byron in love, de Edna O’Brien (traducida por Amado Diéguez para Cabaret Voltaire), una biografía corta —y algo extraña— sobre su intensísima vida amorosa.
📺 Cuando estaba leyéndola, me dije «voy a ver algo donde aparezca Lord Byron», así que me puse el biopic sobre Mary Shelley de hace unos años (el que protagoniza Elle Fanning). Parece que estoy de pronto anclada a esta época, que es también la de Mary Ann, porque hace unos meses me enganché, diez años después, a Outlander. Allí también hay ingleses malos, que en este caso hacen la vida imposible a los escoceses y, más tarde, a los colonos americanos que se están intentando independizar. Tengo que leer o ver algo sobre Irlanda en esa época para no tener que pasar por encima la próxima vez que os hable de una señora de allí.
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Esa era Mary Shelley (aún Godwin) leyendo a su madre, Mary Wollstonecraft. El típico final: si te ha gustado, reenvía, comparte usando este enlace. Si te la han reenviado y te ha gustado, suscríbete. Si quieres contarme qué se ve cuando el foco te ilumina a ti, en qué época has recalado o cómo boicoteas a gente mala, contesta a este email o dime algo en Instagram o BlueSky. Si no quieres más, desuscríbete. Ah, y gracias por estar por aquí y no ser fantasmas.
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