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No os voy a engañar. Hubo algún momento en las últimas dos semanas en el que pensé que sería buena idea cambiar de plan y dedicar esta carta a alguna señora ucraniana. Busqué y hasta llegué a seleccionar a una favorita, pero después me pregunté por la razón real del cambio y no supe contestarme. Todo lo que me decía sonaba a justificación no muy firme y sentía que era un poco como subirse al carro sin en realidad ayudar a nadie. Esa señora ucraniana a la que descubrí tendrá su momento en alguna otra carta, pero no será en esta. En esta vamos a escapar no solo a otra época, sino también a otro continente.
Finales del siglo XIX, China. En Guangdong, la familia Tcheng (o Zheng según otras adaptaciones al alfabeto latino) acaba de recibir a su miembro más joven. La recién nacida se llamará Yu-hsiu y, al ser la pequeña de cuatro hermanos, enseguida desarrollará un carácter algo rebelde y complicado. Sus padres todavía no lo saben, pero esa bebita les proporcionará algunos dolores de cabeza. Afortunadamente, en cuanto acepten que no es una niña normal todo irá mejor. Podrán hasta sentirse orgullosos. ¿Quién les iba a decir que siendo aún una veinteañera sería enviada por el Gobierno como diplomática a la Conferencia de Paz de París en 1919? Pero no nos adelantemos.
La primera anécdota que aparece en todos los textos sobre Yu-hsiu Tcheng para mostrar su personalidad ya revolucionaria desde bien pequeña es que se negó a que le vendaran los pies. Empezó el proceso, pero a los pocos días decidió que aquello no era para ella. A base de rabietas —y porque sus padres eran bastante comprensivos—, logró no tener que pasar por la tortura de tener unos pies que posiblemente no le hubiesen permitido hacer todo lo que hizo después.
La que peor llevó esa rebeldía fue su abuela paterna. Vivían con ella, que era muy tradicional y estricta, y era quien mandaba sobre la educación de las niñas (Yu-hsiu tenía otra hermana). Pero suponemos que al final se encogió de hombros y se dijo que bueno, aun así conseguiría casarla bien. Cuando Yu-hsiu tenía trece años, le encontró al esposo perfecto y arregló el matrimonio con la familia de él. No contaba con que su rebelde nieta se pusiese directamente en contacto con su prometido para disolver el compromiso diciéndole que su plan de vida era viajar y estudiar en el extranjero. No hubo matrimonio y la familia de Yu-hsiu la envió a un internado americano en Tianjin. No tengo claro si era un castigo, porque yo me imagino a nuestra protagonista contentísima allí: pudo aprender inglés y soñar con ese futuro de viajes.
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En una foto publicada por el New York Times en 1919.
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Ese futuro enseguida llegó: a los quince años, convenció a sus padres para que la enviaran a estudiar a Japón. Allí, lejos de su familia y de los tentáculos de su abuela, entró rápidamente en contacto con el grupo revolucionario chino Tongmenghui, de donde saldría el Partido Nacionalista Chino. Como les pareció que su presencia era más útil en China, se volvió. Su padre, claro, creyó que el cambio de opinión se había debido a un capricho adolescente.
La adolescencia también sirvió para justificar toda la gente que de pronto llevaba Yu-hsiu a casa. Cuando le preguntaban, decía que había formado una sociedad para ayudar a construir más escuelas por el país. ¡Por fin había sentado la cabeza! La realidad era distinta: esa gente rara que entraba y salía de la residencia familiar de los Tcheng, los extraños amigos de la hija pequeña, eran en realidad miembros de ese grupo revolucionario. Estaban en plena operación «llevar dinamita y explosivos de Tianjin a Beijing y planear el asesinato del poderosísimo político Yuan Shikai». Ella misma, que como era hija de diplomático y mujer viajaba sin que nadie sospechara de ella, hacía muchas veces el traslado. No llegaron a matar al político, pero sí a varios de sus guardias.
A París
Cuando la dinastía Qing cayó en 1912, los jóvenes del grupo revolucionario se quedaron sin mucho que hacer. Ella seguía siendo políticamente activa, tan activa y tan llena de energía que enseguida hubo quien la marcó como enemiga. Tuvo que huir a Japón y, apoyada por su familia, se fue a estudiar a París. Aquí pasó del activismo que había marcado su adolescencia a un enfoque más diplomático, por lo que empezó a estudiar Derecho en 1915. Por supuesto, siguió con su actividad política de forma muy visible. Fue elegida como representante de China en muchas negociaciones de su país con potencias extranjeras. Un ejemplo fue la Conferencia de Paz de París que mencioné antes: era la única mujer entre los delegados chinos y muy distinta a lo que en Occidente pensaban que era una mujer china.
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La prensa española también se hacía eco de ella. Esta foto apareció en 1928 en El Liberal. Ese mismo año (se publicó una biografía, por eso había más interés), en El Sol se referían a Yu-hsiu como «la chinita rebelde» (algo hemos avanzado).
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Dos anécdotas más. Una es la de cuando en 1919 evitó que China firmara el Tratado de Versalles (consideraban las condiciones del acuerdo humillantes) gracias a una rama de rosal manchada de tierra que, de noche, podía pasar por una pistola: ella y sus amigos revolucionarios sabían que Lu Zhengxiang, el encargado de firmar representando a China, se había escondido en un suburbio de París ante las protestas de los estudiantes chinos contrarios al tratado. Lo localizaron y esperaron fuera de su casa. Entonces, una persona con un maletín salió a paso rápido de la residencia. Tcheng arrancó una rama de un rosal y salió a su paso apuntándole con ella. El hombre, que era un secretario de Lu Zhengxiang con papeles importantes para la firma, tiró el maletín y salió corriendo. A la mañana siguiente, Lu Zhengxiang recibió al grupo de jóvenes revolucionarios, que lo convencieron para no fimar.
La otra anécdota es en un viaje de vuelta a China, ya en 1920. Yu-hsiu llegaba como una persona muy respetada y admirada: se conocía su papel en lo del Tratado de Versalles y el país estaba aún muy volcado en el espíritu del cuatro de mayo (las protestas de estudiantes que hubo contra la firma). Yu-hsiu era una heroína para muchos y decidió aprovechar el ambiente para animar otra de sus causas: el feminismo. Porque, y espero que esto no sea una sorpresa, Yu-hsiu era una gran defensora de la igualdad y sabía lo importante que sería para su país que las mujeres estudiasen tanto como ellos (entre otras cosas).
La llamaron para dar una conferencia —aún era raro que invitasen a mujeres a hablar— en una ciudad rural. Antes de aquel gran acto, la invitaron también a una escuela femenina. Nuestra amiga sembró (y ya cultivó y cosechó en ese mismo viaje) la revolución. Invitó a las alumnas a asistir a la conferencia, pero le dijeron que el director estaba en contra de la emancipación de las mujeres y que les había prohibido asistir. Esto, claro, encendió la mecha. Las animó a ir igual, diciéndoles que tenían que tomar el toro por los cuernos, y allí fueron algunas valientes. En su charla, habló de la Conferencia de París, del papel de China en el mundo y, cómo no, de lo importante que era que las mujeres estudiaran y tomaran los mandos de sus propias vidas.
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En 1925, vestida para hacer la defensa de su tesis. La tesis estaba dedicada a dos mujeres: su madre, que siempre apoyó sus revoluciones, y su amiga americana Bessie Hugues Le Roux, coautora de sus memorias.
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Las alumnas se negaron a volver a clase hasta que despidieran al director (ya al día siguiente lo echaron) y Yu-hsiu lo organizó todo para que seis de ellas la acompañaran de vuelta a Francia para estudiar. En el barco de vuelta a Shanghai, Yu-hsiu notó unas risitas a su alrededor. Se dio la vuelta y aparecieron veinte —y no solo seis— jovencitas que se habían escapado y estaban dispuestas a ir con ella a Francia. Al principio se preocupó, claro, pero le duró poco. Ella misma hubiese hecho lo mismo, pensó. Convenció a las familias y volvió a París rodeada de jóvenes a las que ayudó a seguir sus estudios en Europa. En los años siguientes, ella también por fin acabó su doctorado.
En 1926, ya abogada (primera abogada china) y doctora, volvió a China, donde abrió un gabinete con su amigo Wei Tao-ming, a quien había conocido en París. Aunque ellos dos se acabaron casando, se especializaron en atender a mujeres que buscaban divorciarse. Eran un gabinete muy exitoso y enseguida los requirieron para otras cosas: a él como ministro de Justicia; a ella, como jueza en la Corte de Shanghai (fue la primera jueza de la historia de China), aunque enseguida dimitió para trabajar con el Partido Nacionalista. Se mantenía en contacto con organizaciones feministas europeas y estadounidenses, claro.
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Yu-hsiu con Li Shizeng, también del Partido Nacionalista.
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Sé que, como siempre, esto se me eterniza, pero dejadme daros un apunte final. Con el Partido Nacionalista en el poder, en 1928 la llamaron para participar en la redacción del nuevo código civil. La comisión era de cinco personas y ella la única mujer. Por supuesto, se ocupó de mejorar la situación de las mujeres en el escrito. Según dijo más tarde, aunque la igualdad era algo que ya estaba reconocido, aún faltaba mucho por plasmar en forma de legislación.
El texto final reconocía la igualdad entre hermanos y hermanas de cara a herencias, la libertad de hombres y mujeres para escoger con quién se casaban y la igualdad en el divorcio. Las mujeres casadas podían mantener su apellido y las solteras tenían todos los derechos legales ante, por ejemplo, propiedades. No era un código perfecto, pero sí se notó el granito de arena feminista de Yu-hsiu. Yo creo que incluso su estricta y conservadora abuela hubiera estado orgullosa. Murió en Los Ángeles en 1959.
- Saqué la información principalmente de la tesis doctoral Chinese Women in the Early Twentieth Century: Activists and Rebels, de Remy Lepore y del libro Peace on Our Terms The Global Battle for Women's Rights After the First World War, de Mona L. Siegel.
- Es mucho más conocida como Soumay o Soume Tcheng, la occidentalización de su nombre, pero decidí dejarla como Yu-hsiu, más cercano al original.
- Fue famosísima tanto en China como en Europa, donde salía con frecuencia en prensa. Sufrió dos borrados: en China, por su relación con el Partido Nacionalista, que finalmente perdió frente al Partido Comunista. En Occidente, porque como china se la relaciona con el comunismo. Y por lo de ser mujer, claro.
- Escribió varios libros autobiográficos y por eso sabemos tanta anécdota jugosa.
El botiquín 💊
¿No sentís que estas semanas necesitamos mucho más botiquín que otras? Estas píldoras culturales me han mantenido cuerda y a flote.
🎶 Descubrí a Silvana Estrada hace uno meses, cuando YouTube me recomendó el vídeo de Si me matan. Acabé entre lagrimones (aviso por si vais, tened pañuelos a mano). Ahora ha sacado ya su primer disco, Marchita, que es triste pero de forma agradable y no terrible como la otra canción. Es un disco muy inocente y muy bonito sobre el primer desamor.
📚Estoy leyendo Un debut en la vida, de Anita Brookner, traducido por Catalina Martínez Muñoz para Libros del Asteroide. Mi cerebro quiere clasificarlo como «novelita inglesa», como si eso fuese un género. Aunque en realidad va más allá y me está gustando mucho.
🎬 No todo fue escapismo puro y duro. Vi también Mr. Jones, de Agnieszka Holland, que cuenta la historia de Gareth Jones, el periodista galés que destapó que habló por primera vez en la prensa del Holodomor, la hambruna que hubo en la Ucrania soviética a principios de los años treinta. La peli no es un paseo por el campo, aviso. Está en Filmin. Para aligerar, me vi toda La vida sexual de las universitarias, la serie de Mindy Kaling para HBO. Es fácil, graciosa y tierna.
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