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enero 2, 2022

OZ #20 💌 La mezzosoprano que impulsó la dinastía Strauss

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Ayer por la mañana, mientras veía el Concierto de Año Nuevo, me asaltó la duda que me asalta todos los años: ¿cuántos Strauss había? Como lo pensé en voz alta, mi padre contestó ofreciéndome un hilo evidente del que tirar: «¿y no habría ninguna mujer entre todos esos prodigios?».

No creáis que yo había llegado al 1 de enero sin una idea para esta carta, lo tenía todo bien pensado. Pero una rápida visita a Google me hizo cambiar de plan (es lo bueno de dejarlo todo para el último momento y no tener aún nada hecho). Finalmente, empezamos 2022 a ritmo de vals y de la mano de Henriette, Jetty o Hetty para los amigos. Llevó el apellido Strauss, pero no pasó a la historia con él. Se la conoce más como Jetty Treffz. O eso sería lo que podría decir si la conociéramos.

Viajemos hasta la Viena de 1862. Un nuevo escándalo tiene a la gente de la ciudad como loca: Johann Strauss II, hijo del Johann Strauss original que escribió la marcha Radetzky y gran promesa para continuar el legado familiar, se acaba de casar. Ella, Henriette Treffz, no solo es una señora de 44 años, siete más que él, sino que además tiene ya siete hijos.
Jetty y Johann jr., los enamorados.
Y no es que sea viuda, que podría ser la única situación respetable que hiciera a la sociedad vienesa pasar por alto lo de la edad. No, no, todo el mundo sabe que Jetty, mezzosoprano que tuvo mucho éxito en su juventud, dejó su carrera para arrejuntarse con el riquísimo Moritz von Todesco, con quien estuvo veinte años. Tuvieron creo que dos hijas, a las que Todesco adoptó porque, como no estaban casados, eran ilegítimas.

Los otros cinco hijos con los que Jetty llegó a su matrimonio con el Strauss joven no está claro si eran de Todesco o de otras relaciones. Pero vaya: siete hijos ilegítimos y siete años más. Maria Ana Streim, madre de Johann (y viuda del Strauss original), nunca aceptó esa unión.
Ellos estaban contentísimos (imagen de la serie The Strauss Family, de 1972).
Pero ¿quién era Henriette Treffz? Empecemos por su nombre: en realidad, se llamaba Henriette Chalupetzky, pero se presentaba como Treffz, el apellido de soltera de su madre, por motivos profesionales. Nos encantaría que fuese por reivindicar a su madre, pero creo que tenía más que ver con que Treffz sonaba más germánico que el apellido bohemio Chalupetzky. Claro que sus padres se separaron y tanto madre como hija tomaron Treffz. Sacad vuestras propias conclusiones.

Nació en Viena en 1818 y desde muy pequeña empezó su formación como cantante. Debutó con 19 años en Viena y empezó a girar, primero por Austria y después por otros países europeos. El gran éxito le llegó en Inglaterra, adonde acompañó a su futuro suegro (y, se rumorea, amante esporádico) el Strauss original, y donde la crítica cayó rendida a sus pies. Conoció a von Todesco posiblemente a principios de los años cuarenta. No abandonó su carrera los veinte años que estuvieron juntos —no se casaron, se cree, porque él era judío y ella católica o quizá porque él era un gran empresario y ella una artista y cortesana—, solo durante seis años. ¿Fue cuando tuvo a sus hijas? ¿Al principio de la relación? ¿Al final? Hay muchas incógnitas sobre esto.

Lo que sí se sabe es que juntos tenían uno de los  salones más populares de Viena y que allí fue donde Jetty y Johann Strauss pequeno se reencontraron y enamoraron. Durante un tiempo Jetty estuvo con los dos (todos lo sabían y todos estaban de acuerdo), pero al final, de forma inesperada, Henriette Treffz acabó uniéndose a la familia Strauss de forma legal, para disgusto de su nueva suegra.

 

Construyendo la dinastía musical de los Strauss

Jetty y Johann el heredero.
De esta parte de su vida se saben más cosas porque se conservan muchísimas cartas de todos los Strauss. Lo más importante: la carrera de Johann el joven entró en modo acelerador. Jetty Treffz tenía dos cosas muy importantes: conocimientos musicales y, sobre todo, visión de negocio.

Hasta ahora, era la madre del pequeño Johann —que ya tenía 37 años— la que llevaba un poco los temas de palacio de la dinastía musical de sus hijos. Su nueva nuera asumió ese papel para Johann hijo, pero también ayudó a impulsar las carreras de los otros Strauss segunda generación, Josef y Eduard, hermanos de Johann.

Entre otras cosas, consiguió que nombraran a su marido director musical del Baile de la Corte en 1863, puesto que él llevaba persiguiendo años; consiguió para la orquesta Strauss (la orquesta familiar) una invitación para tocar en el Festival de Boston en 1870, que fue un exitazo; lo convenció para componer para la opereta y el teatro y, según la serie The Strauss Family, hasta le organizó empezar a cobrar royalties cada vez que alguien tocaba algo suyo o cuando se vendían sus partituras.

Los años que duró el matrimonio fueron la época dorada de Johann Strauss el sucesor como compositor: escribió, por ejemplo, El Danubio azul y la opereta El murciélago. También se suele mencionar que en las cartas que intercambiaban hablaban de forma muy abierta de temas sexuales.

Es decir, Jetty fue la mánager que necesitaba Johann segundo. Estuvieron juntos hasta 1878, cuando ella murió de un infarto. Hay también teorías sobre qué provocó el infarto: ¿los amoríos de su marido, que estaba empezando una relación con una chica treinta años más joven que él? ¿la carta de uno de sus hijos, con los que no tenía contacto, pidiéndole dinero? ¿simple mala salud cardiovascular? Nunca lo sabremos.

Johann júnior, que era encantador, esperó seis semanas antes de casarse de nuevo.
  • La información está sacada de las páginas de Wikipedia de Jetty y el pequeño Johann en distintos idiomas (porque hay cosas raras que no coinciden) y de esta crítica sobre una biografía en alemán de Henriette Treffz.
  • También descubrí una serie británica de 1972 sobre todos ellos, The Strauss Family. Está toda en YouTube. Yo me vi el episodio «Hetti» y un poco del siguiente y del anterior. La verdad es que quiero verla toda (pero recordad que toda esta investigación la hice en una tarde). Saqué cosas de ahí y quizá sean licencias artísticas. Quiero creer que no.


Lo otro que os iba a contar

Esta es una foto de Viena que no viene mucho a cuento pero que a mí me gusta mucho.
Antes de acabar aquí por culpa de la Filarmónica de Viena, yo había decidido usar esta primera carta de 2022 para recopilar a todas las señoras de las que os he hablado en este año y pico. Por si no estabais, por si se os coló, por si como el asunto aún era aburrido no lo abristeis. O, bueno, simplemente para recordar. ¿A quiénes?

A Sophie Blanchard, la aeronauta que hacía exhibiciones de vuelo en globo con fuegos artificiales (acabó: mal) y otras viajeras del aire a las que Amelia Earhart consideraba sus antecesoras. O a Caroline Furness Jayne, Kathleen Haddon y Honor Maude, expertas etnólogas en un campo tan curioso y pequeño como los juegos del cordel. También os hablé de Aglaónice, que no era bruja, sino astrónoma y otras señoras que descubrieron muchas cosas mirando al cielo y, de la mano de la empresaria Catherine Cranston, os conté que los salones de té y el movimiento sufragista habían estado muy relacionados.

A Ganna Walska la recordaremos como la gran diva que fue, aunque no cantara bien, y por las fotazas que dejó rodeada de flores cuando dedicó sus últimos años a crear un gran jardín botánico. Y de Elizabeth Gwillim, ornitóloga aficionada e ilustradora de aves, espero ansiosamente para saber más de ella que se publique la investigación que se está haciendo de las más de 400 cartas que se conservan. Estoy dispuesta a aceptar que Henriette d’Angeville fue la primera mujer que subió al Mont Blanc porque ella se empeñó mucho en contarlo, aunque sabemos (y ella también lo sabía) que treinta años antes ya lo había hecho Marie Paradis.

Sigo enfadándome cada vez que pienso en que no sabemos nada de Wanda Tuchock, una de las tres mujeres que dirigieron una película en Hollywood en los años treinta. Y sigo maravillándome de que sepamos tanto de Ahebi Ugbabe, la nigeriana que tuvo que irse de su pueblo cuando era adolescente y que volvió para convertirse en rey. De la compositora y sufragista Ethel Smyth, que se enamoró de Virginia Woolf cuando tenía 72 años, me alegra que cada vez se la reconozca y reivindique más. Y sigo con la espinita de volver a Viena y buscar a la escultora Teresa Ries y las otras artistas de principios de siglo que me robaron para darme a cambio solo a Klimt y a Schiele.

La amistad de Juana de Mendoza y Teresa de Cartagena no creo que fuese muy íntima, pero me encanta imaginarlas apoyándose la una a la otra en pleno siglo XV. Espiamos el diario/memorias de Elizabeth Isham, su defensa de la soltería y su labor como herborista y médica. Y, el mes pasado, me quedé fascinada con Elvira de la Fuente y Noor Inayat Khan, que fueron agentes dobles en la Segunda Guerra Mundial.

Además hubo dos cartas especiales, dos cartas-entrevista en las que dos mujeres que investigan a otras mujeres históricas me hablaron de sus procesos de descubrimiento y de por qué les gustan tanto sus investigadas. Tera Blanco de Saracho habló de Emily Dickinson y de la importancia de una buena traducción y Raquel C. Pico de todas esas mujeres modernas de los años veinte en España a las que la historia borró.
 

El botiquín 💊


Las píldoras culturales y no culturales que me mantuvieron cuerda y feliz estas semanas son hoy distintas: se trata de las vitaminas que me mantuvieron en pie todo el año, mis 21 cosas favoritas de 2021. Como siempre, pero hoy más, contadme también las vuestras.

Y gracias, gracias, por leerme. Me gusta pensar que entre todas ayudamos a recordar y hacer que nombres enterrados salgan al menos un momento a la superficie.

 

Y el típico final de niusléter: si te ha gustado, reenvíala. O usa este enlace o los iconos de debajo para compartirla. Si te la han reenviado y te ha gustado, suscríbete. Si quieres hablarme de señoras del pasado, de tu opinión sobre Johann el hijo o simplemente de tu 2021, contesta a este email o dime algo en Twitter o Instagram. Si no quieres más, desuscríbete. Oh, y gracias por estar por aquí  (sí, otra vez) y no ser fantasmas. Me siento algo generosa con este principio de año: vuelvo a ofrecer postales a quien conteste o comparta.
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Una mezcla entre lo que siempre me imagino como mi columna personal y, cuando tengo tiempo para documentarme, historias de señoras antiguas.



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