|
Queridas 129 personas que estáis suscritas:
Me imagino una conversación de WhatsApp entre Teresa de Cartagena y Juana de Mendoza que iría más o menos así:
|
|
|
Así que Teresa de Cartagena le hizo caso a su amiga, se puso manos a la obra y escribió Admiraçión operum Dey (Admiración de la obras de Dios), en la que viene a decir que las mujeres pueden leer, escribir y pensar igual que pueden hacerlo los hombres. Porque al final, cuenta la religiosa, es Dios quien nos da la inspiración y no ve por qué iba a dársela solo a los varones.
Este tratado fue también algo polémico, claro, porque Teresa de Cartagena demostraba en su —piadosísima y muy humilde, pero llena de autoridad— defensa que sabía de lo que hablaba: citaba sus fuentes bíblicas, razonaba, se convertía en una autora que defendía su derecho a serlo. «Si todo nos lo da Dios», parece que quería decir, «no vengas a mí a decirme que esto no lo he hecho yo. Háblalo con él si tal».
Por supuesto, esto es una interpretación muy muy muy libre de los hechos dejando fuera las cosas que encajan peor en la mirada de 2021. Pero es que Teresa de Cartagena escribió su tratado de autodefensa a finales del siglo XV. Era monja, estaba enferma y aun así tuvo las fuerzas y el impulso para hacer caso a Juana de Mendoza y contestar a sus detractores. Que también hablase de su flaco mujeril entendimiento, de que las mujeres somos más pusilánimes y de corazón más pequeño son, bueno, gajes de la época. Pese a todo, defiende también la educación para las mujeres («igual si vosotros sabéis de ciencias es porque os las enseñan», cita no textual) e insiste en que todo es cosa de Dios, que es capaz de dotar de características buenas e incluso excepcionales tanto a unos como a otras.
|
|
|
De su amiga Juana de Mendoza sabemos menos. Sabemos que fue ella quien la animó a escribir ese tratado porque la propia Teresa de Cartagena lo dice en la introducción, en la que le pide perdón por haber tardado tanto. Hay una Juana de Mendoza en Wikipedia, pero no es quien nos interesa (es, de hecho, la abuela del poeta Gómez de Manrique, marido de la Juana amiga de Teresa). Suponemos que era una señora de buena cuna y muy culta, como no era raro que en la época ocurriese entre mujeres de la nobleza y cercanas a las cortes reales.
Pero me interesa más Juana de Mendoza que Teresa de Cartagena precisamente por haber dado el impulso, por haberle pedido a la religiosa que se defendiese. Significa, por lo menos, que había leído o participado en tertulias en las que se ponía en entredicho la autoría de su amiga y que había entendido que el problema principal que veían los detractores era que Teresa de Cartagena era una mujer y las mujeres no tienen esos conocimientos y esa capacidad de entender y razonar y escribir. Pedirle a su amiga que se defendiese era, en cierto modo, pedir que la defendiera también a ella y a todas las mujeres a las que conocía y que sabía que no encajaban con esa visión que daban algunos hombres. Sororidad tardomedieval, amigas.
Las matrocinadoras de la querella de las mujeres
|
|
|
|
María de Aragón. Reina de Castilla entre 1420 y 1445.
|
|
|
A finales del siglo XIV, un fantasma empezó a recorrer Europa: el fantasma del feminismo (perdón por esto, no me he podido contener). Era casi siempre más un protofeminismo que ahora mismo relacionamos con círculos más bien machistas y que en ocasiones era similar al «la mujer es lo mejor que se ha hecho» de David Bustamante, pero estamos cuando estamos.
Ese fantasma no llegó de la nada con un golpe en la cabeza que despertó una extraña conciencia de género. Llegó como respuesta a una corriente de pensamiento misógina y misógama que se había puesto de moda y que básicamente veía a las mujeres como seres satánicos. Esta ola antimujeres, animada por la imposición del celibato a los clérigos en el siglo XII, el redescubrimiento de Aristóteles en el siglo XIII y la proliferación de universidades en las que muchos docentes eran lo primero (curas) y enseñaban casi como dogma al segundo, hizo que mucha gente levantara una ceja. Hombres y mujeres que pensaban que, bueno, que igual nos estamos pasando.
|
|
|
|
Aristóteles escribiendo que las mujeres son inferiores.
|
|
|
De aquí salió lo que se conoce como la querella de las mujeres, un debate que duró varios siglos en el que unos argumentaban que las mujeres eran LO PEOR y otros que en realidad también tenían sus virtudes, a veces hasta iguales a las de los hombres. Que ellas eran capaces de pensar y razonar e incluso gobernar. La querella fue algo principalmente francés —allí fue una escritora italiana, Christine de Pizan (1364-1430), la primera mujer en tomar la pluma en defensa propia—, pero también se extendió por una Europa muy conectada. La península ibérica no fue una excepción.
Aquí hubo una obra en particular que no sentó nada bien en los círculos cortesanos: se trata de Arcipreste de Talavera, escrito por Alfonso Martínez de Toledo en 1438 y que decía cosas no muy buenas sobre las mujeres. Hubo varios tratados de respuesta que proponían una defensa de las donas, casi todos escritos por hombres. Pero, aunque la firma sea la de un señor, en casi todos los casos se puede ver una mano femenina impulsora detrás: la más importante, la de María de Aragón, reina consorte de Castilla entre 1420 y 1445. A ella están dedicadas varias de estas obras, que la proponen además como ejemplo claro de que una mujer puede ser virtuosa.
|
|
|
|
Defensa de virtuossas mugeres, de Diego de Valera.
|
|
|
En su libro La querella de las mujeres. Tratados hispánicos en defensa de las mujeres (siglo XV), la historiadora Ana Vargas Martínez defiende esa casi autoría femenina que tenían en cierto modo también las obras que contestaban a la misoginia que iban firmadas por un hombre. Mujeres poderosas como María de Aragón impulsaron la escritura de esos tratados al ser lectoras y organizadoras de tertulias en las que tenían que escuchar a señoros decir que las mujeres eran seres inferiores.
La corte de María de Aragón estaba llena de mujeres cultas, círculos femeninos que leían, sabían qué se decía y cuál era el tema de moda. Quizá los autores de las obras más misóginas no contaban con que una parte muy importante de su público iba a estar formado por el objeto de sus ataques y que estas se iban a rebelar un poco.
Vargas Martínez usa la palabra matrocinio para hablar de lo que hacían muchas de estas mujeres nobles al impulsar, recomendar o pedir la escritura de obras en su defensa. María de Aragón, su sucesora Isabel de Portugal (1397-1491), Isabel I de Castilla (muy impulsora de la educación femenina y con una corte llena de señoras cultas)... Todas ellas leían y no siempre les gustaba lo que caía en sus manos. Todas ellas animaron a la producción de obras que les gustaría leer. No firmaron —como sí lo hicieron desde sus vidas religiosas Teresa de Cartagena y la valenciana Isabel de Villena—, pero fueron, en cierto modo, también autoras. Como Juana de Mendoza al animar a su amiga Teresa de Cartagena a escribir un tratado para contestar a todos sus detractores.
-
Todo esto lo saqué del libro que ya mencioné de Ana Vargas Martínez. Los errores y las inexactitudes históricas que pueda haber son mías.
-
Hace un par de años escribí en Yorokobu sobre las puellae doctae, mujeres cultas del siglo XVI fruto del humanismo y de ese ambiente con mucho poder femenino en las cortes reales. Podría ser una entrega más de esta newsletter. Podéis leerlo aquí.
-
No creo que tenga ni que decirlo, pero obviamente estas señoras cultas de los siglos XV y XVI pertenecían a una minoría hiperprivilegiada.
El botiquín 💊
Las vitaminas culturales que me han mantenido cuerda y feliz las últimas semanas.
📖 Tuve unos días de hospital y otros de recuperación en los que creía que iba a leer un montón. No idealicéis nunca las estancias hospitalarias y los períodos de convalecencia. Aspiremos a tener días de asueto en los que dedicarnos a leer pero no nos estén metiendo nada por un gotero.
Conseguí leer, eso sí, Por qué dormimos, de Matthew Walker (traducido por Olga Begoña Merino, Pablo Romero y Estela Peña Molatore en Capitán Swing), recomendación de una suscriptora y que me ha dado tema de conversación para varios meses. Alguien ya se ha referido a mí hablando sobre este libro diciendo que «ya está Ana dando su discurso sobre el sueño». Es recomendable si consideras que duermes bien; si no, puede ser un poco angustiante. (Cometí el error de ir a la página de Wikipedia del autor y desubrir que hay quien cree que ha manipulado algunos de los estudios de los que habla. Pero bueno, creo que todo es igualmente impactante).
🎧 Vi un tuit que mencionaba Pa’lante, la canción de Hurray For The Riff Raff de hace unos años. Me apeteció volver a escuchar el disco en el que está, The Navigator. Casi no he salido de ahí. (Aunque no vayáis al disco, escuchad Pa’lante).
📺 Me pasa cada vez más que no sé si una serie es buena o no, pero que la veo como si fuese droga y, como droga, me pone contenta. Estas semanas han sido Nine Perfect Strangers (en Amazon Prime), con Nicole Kidman y Melissa McCarthy, y The Morning Show (Apple TV+), con Jennifer Aniston y Reese Witherspoon. Vi la primera temporada de esta última el año pasado y está llena de agujeros y problemas, pero tiene una gran baza: Billy Crudup con un personaje genial. Esta segunda temporada, aún empezando, pertenece al género «ficción ambientada en el año 2020» y parece que Cory Ellison, el personaje de Crudup, tiene más peso. Así que bien.
|
|
Y el típico final de newsletter: si te ha gustado, reenvíala. O usa este enlace o los iconos de debajo para compartirla. Si te la han reenviado y te ha gustado, suscríbete. Si quieres hablarme de amigas que te han animado a hacer algo contra el patriarcado y que por lo tanto son casi tan responsables como tú del resultado, contesta a este email o dime algo en Twitter o Instagram. Si no quieres más, desuscríbete. Oh, y gracias por estar por aquí y no ser fantasmas.
|
|
|
|
Añadir un comentario: