Queridas 113 personas que estáis suscritas:

Iba a empezar con excusas y argumentaciones elaboradas, pero la única verdad es esta: no me ha dado tiempo. O, más bien, no he querido que me diese tiempo. Este mes he trabajado y leído mucho —y, bueno, también envié un extra de verano hace dos semanas— y de pronto era la última semana de junio y primera de julio y decidí no usar mi agotamiento para montar una carta a la que le tengo muchísimas ganas. La idea está desde hace un par de meses, pero requiere algo de investigación y bastante de organización en mi cabeza. Podría haberla hecho, pero hubiera quedado peor. Y la verdad es que  mi cuerpo me pedía fin de semana de encierro sin obligaciones y yo soy muy de escuchar a mi cuerpo, que tenemos una relación muy cercana y bastante codependiente. 

Es decir, hoy no hay un hilo conductor que nos lleve a través de la vida emocionante o extraña o fascinante de una señora. Hoy estoy solo yo, y os contaría los eventos que forman parte de mi mitología fundacional más íntima, como aquella vez que nos atacaron unas abejas en parvulitos y llegué a casa con la cabeza llena de aguijones, pero creo que no estáis aquí por eso. Lo que en realidad me lleva preguntarme y preguntaros: ¿por qué estáis aquí? (suscritos a esta mi humilde carta, no en la vida. Aunque si me queréis compartir reflexiones existenciales, soy todo ojos).

Es una pregunta seria. Un poco injusta para vosotros, que supongo que lo que buscáis es que yo os envíe textos y no que os encargue que me contestéis a unas cosas, pero qué se yo, es verano y en esta estación todo se trastoca. ¿Qué hacéis aquí? ¿Qué os llevó a suscribiros un día y abrir mis mails mes a mes? ¿Qué os gusta más y qué menos? ¿Cuál ha sido vuestra señora favorita? ¿Hay alguien a quien queréis que dedique un mes? ¿Tenéis alguna amiga que vive investigando la vida o vidas de algunas mujeres históricas y a quien creéis que debo entrevistar en otoño? ¿Sois vosotras esa amiga? 

Yo os puedo contar por qué estoy yo aquí, tecleando a mano y media cartas que a veces me pregunto si no habrán quedado demasiado largas. Lo hago porque me divierte y porque disfruto muchísimo el proceso. Porque desde hace mcho tiempo, cuando en un texto encuentro una referencia a una mujer de la que no he oído hablar, apunto su nombre y voy a Google. A veces me encuentro el vacío, a veces mil libros y biografías, a veces información irregular y no lo suficientemente satisfactoria. Pero siempre aprendo un montón y a veces hasta descubro a señoras nuevas más interesantes que la primera por la que empecé.

Luego monto el texto y paso un buen rato eligiendo fotos y gifs. El domingo envío y estoy todo el día nerviosa preguntándome si os habrá gustado. A veces lo sé porque me contestáis o compartís la carta en redes sociales (lo que hace mucha ilusión a mi eguito, porque así a veces sumo uno o dos suscriptores de mes en mes). Ese primer domingo del mes suelo irme a dormir cansada pero contenta.

Esta vez quiero más respuestas. Sobre lo que os pregunté antes o sobre lo que queráis, y también me podéis contar quiénes sois si no nos conocemos. O si sois de escuchar a vuestro cuerpo y dedicaros al dolce far niente. A cambio, porque me siento cansada pero generosa, os daré una pista sobre el tema de la carta de agosto. Aunque no sé si es un aliciente lo suficientemente atractivo. ¿Queréis que os envíe una postal? Tengo bastantes sellos por casa. Quizá el tema de la próxima newsletter os llegue por correo postal si contestáis a este mail. (También me vale que me digáis cosas en Twitter o en Instagram, como prefiráis). Va, venga, me comprometo. Lo peor que puede pasar es que tenga que comprar más sellos. (Si no queréis destripe de la próxima carta, decídmelo y ya está. Que eso no os impida escribirme).
 

El botiquín 💊

Las píldoras culturales que me han mantenido cuerda y feliz estas semanas:

🎧 Lucy Dacus sacó disco nuevo hace una semana, Home Video, y lo he estado escuchando mucho. No es ninguna sorpresa, lo llevaba esperando casi todo el año. Recuerdo una vez que escuché su disco anterior, Historian, conduciendo a casa de mis padres. Me abstraje tanto que al apagar el motor me di cuenta de que estaba relajadísima y casi volátil. (Pero de verdad que conduje de forma segura).

El viernes, mientras recogía un poco mi hogar con los cascos puestos antes de acostarme, de pronto el Radar de novedades de Spotify me asaltó sin avisar con la voz profundísima de Leonard Cohen recitando un poema. Me tuve que sentar en el sofá a respirar un poco.

📚 Parte de la lectura intensiva que hice estas semanas fue para un artículo. Si os tengo que recomendar uno solo (porque otro ya lo recomendé en una carta anterior), os diría que Lluvia, de Karina Pacheco. Son relatos y es bastante fantástico. También Pájaros en la boca, de Samanta Schweblin, que no entró en el artículo pero que cuando lo comenté hace unos días con mi amiga Sabe me di cuenta de que recordaba varios cuentos (normalmente se me olvidan muy rápido).

📺 Ha vuelto The Good Fight (Movistar+, las tres primeras temporadas están también en Amazon Prime). Buscadla. Amadla. También podéis veros todo The Good Wife antes; no es imprescindible, pero no os arrepentiréis.

También me podéis contar qué hay en vuestros botiquines. Os ganaréis igual una postalita.

Una mezcla entre lo que siempre me imagino como mi columna personal y, cuando tengo tiempo para documentarme, historias de señoras antiguas.