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Queridas 109 personas que estáis sucritas:
Estas últimas semanas, cuanta más información buscaba sobre la protagonista de hoy sin encontrar nada que no estuviese ya en su corta página de Wikipedia, más me convencía de que había elegido bien. Me pasa a menudo. Me entero de la existencia de una señora antigua de la que quiero saber más y, tras cuatro datos, llego al vacío por todas partes. Y me pregunto si no escribió cartas, si no tendría un diario. Si alguien conservó todo eso o si ya no existe. Si alguien se planteará iniciar la investigación y rastrear correspondencia y desenterrar papeles manuscritos.
La descubrí hace unos meses, buscando en Filmin qué peli ver. Llegué a una de 1934 que había sido dirigida por una mujer y que, decía la descripción, había sido muy escandalosa. No la vi en ese momento, pero su existencia y esos detalles se me quedaron grabados. Yo ya sabía que al principio el cine era territorio de mujeres, pero los años treinta ya no eran ese principio. Cuando quise saber más sobre Wanda Tuchock, Wikipedia me dio bastante, pero no lo suficiente.
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Wanda Tuchock.
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Nació en 1898 en Pueblo, una localidad del estado de Colorado. Estudió en la Universidad de California (¿qué estudió? ¡misterio!) y empezó trabajando como copywriter (ya sabéis, redactora publicitaria). Y de ahí dio el salto al cine. El primer crédito que aparece en su ficha de IMDb es como continuista en Show People, una película muda de 1928 (está en Vimeo, pero la calidad es muy mala).
En 1929 aparece como encargada del escenario del guion de Hallelujah!, una de las primeras películas con solo actores afroamericanos producida por uno de los grandes estudios de Hollywood. Y así hasta más de 30 películas en los años treinta, cuarenta y cincuenta en las que muchas figura como única guionista o como guionista principal.
Lo más importante, sin embargo, es que también dirigió en un momento en el que ya era una excepción: en la década de los treinta, solo tres mujeres figuraron como directoras de alguna película americana. Decidí que quizá lo más directo era conocerla a través de su obra, así que vi —meses después de encontrarla aquel día en Filmin— Las rebeldes del internado (Finishing School). Me cayó muchísimo mejor y lamenté aún más no poder leer su correspondencia.
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El cartel (moderno) es una fantasía.
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Las rebeldes del internado se estrenó en junio de 1934, unas semanas antes de que entrara en vigor de forma rigurosa el «código Hays», el código de conducta que garantizaba que las películas promoviesen la moralidad y las buenas costumbres y que se mantuvo hasta los años sesenta.
Las rebeldes del internado no se habría estrenado en el mundo del código porque lo tenía todo: jovencitas rebeldes que fuman y beben en su habitación del internado, escapadas para quedar con hombres, sexo antes del matrimonio con alguien de una clase social inferior… ¡y un final feliz, casi como si no hubiese un dios que las fuese a castigar por su díscola conducta!
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Frances Dee es la inocente Virginia. Ginger Rogers es su mucho menos inocente compañera de habitación Pony.
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Wanda Tuchock escribió el guion y fue codirectora, pero en algún sitio leí que posiblemente Georges Nichols Jr., el otro director, se ocupase solo de temas técnicos. A ella yo le quiero atribuir todas esas cosas que aún ahora no siempre encontramos en el cine: una película protagonizada por mujeres, en la que no aparecen hombres hasta bien entrado el metraje y cuyos papeles (los de ellos) son secundarios. Además, visualmente está muy guay. O a lo mejor solo soy yo que me quedé un poco fascinada con sus ropas.
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También en Filmin está Ave del paraíso, de 1932, dirigida por King Vidor y de la que Tuchock fue guionista (aunque en Filmin no lo dicen). De aquí puedo sacar menos conclusiones porque es una película algo más convencional: un grupo de marineros se encuentra con una isla de la Polinesia, uno de ellos se enamora de la hija del jefe de la tribu y decide quedarse, la tribu no lo lleva bien porque por culpa de esa traición el volcán de la isla entra en erupción.
El resto de las más de 30 películas de las que fue guionista no las encontré, aunque seguro que muchas están por las profundidades de internet.
Sé más cosas de Wanda. En algún año se casó con George DeNormand, actor y doble de acción, y en algún año se divorció de él. Lo poco que cuenta Wikipedia de este señor deja claro que mejor lejos de él: en 1944 robó «de broma» una pulsera valorada en 20 000 dólares y en 1945 protagonizó algún titular por su conexión con el mercado negro de carne en pleno racionamiento.
En un momento de iluminación investigadora, decidí buscar a Wanda con su apellido de casada, DeNormand. Encontré solo una peqaueña esquela de 1972 en el Los Angeles Times por la muerte de Edna H. Tuchock, su hermana. Se citaba también a Claire M. Tuchock, otra hermana, lo que de pronto hizo que mi imaginación volviese a Las rebeldes del internado. ¿Habrá basado Wanda la historia en su propia experiencia en un internado o también en su relación con sus hermanas? Supongo que nunca lo sabremos.
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Las otras guionistas
Me empeñé en hacer esto sobre Wanda Tuchock, como decía al principio, porque no encontraba información sobre ella. Me indignó un poco. Al fin y al cabo, es una señora que vivió hasta 1985. Por qué, por qué, por qué no hay más información. Luego vi Las rebeldes del internado y la frustración fue todavía mayor.
Pero admito también que no he explorado todas las vías de investigación. Me pregunto si Frances Marion, otra guionista que coincidió en los años treinta con Wanda Tuchock en la Metro-Goldwyn-Mayer, diría algo sobre ella en sus memorias, publicadas en 1972. Ambas trabajaron juntas en el guion de The Champ, película de 1931 dirigida por King Vidor, un guion que se llevó un Oscar.
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Frances Marion
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De Marion sabemos más cosas, claro. Y es alguien quizá incluso más fascinante: además de guionista, fue periodista y corresponsal en la Primera Guerra Mundial. ¿Por qué no escribiste tus memorias, Wanda, por qué? ¿Qué hacemos con este vacío?
Hay más. Centrándonos en el cine sonoro de la época, que es cuando las mujeres empezaron a escasear en ese tipo de roles en la industria cinematográfica, todavía unas cuantas lograron colocar guiones (y algunas, como Tuchock, Dorothy Arzner y Dorothy Davenport, dirigir películas). La británica Joan Harrison, que pasó de ser secretaria de Hitchcock a guionista de varias de sus películas. Ruth Gordon, más conocida como actriz (la Maude de Harold y Maude), también compaginó esa carrera con la de guionista a partir de la década de los cuarenta. Betty Comden, actriz y mitad de una pareja artística guionista (la otra mitad era Adolph Green) que empezó por Broadway y acabó en cosas desconocidas como Cantando bajo la lluvia. Etcétera.
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Joan Harrison, que también era productora.
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Pero yo quiero saber más de Wanda Tuchock y me temo que voy a tener que ver Las rebeldes del internado hasta que crea haber encontrado y descifrado mensajes ocultos que dejó para la posteridad.
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- No era del todo raro ese salto del mundo de la publicidad a los guiones de cine, ya que ambas eran en aquellos locos años veinte (y antes y un poco después) profesiones en las que había mujeres. En este artículo de PuroMarketing hablan de las primeras publicistas (antes de ese universo hipermasculino que nos vendió Mad Men).
- En este otro artículo, en el Women Film Pioneers Project (en inglés), se habla de cómo las guionistas de la era muda fueron moldeando y creando lo que hoy en día entendemos por guion. (También cuentan cosas muy interesantes sobre cómo era el mundillo al principio, que era un trabajo que podías hacer desde casa, y cómo muchas venían del mundo de la escritura en sus distintas vertientes: periodistas, novelistas, publicistas).
- Hace unos años escribí en Yorokobu sobre esa época de los principios del cine en la que las mujeres tenían bastante poder.
- En la película Su mejor historia (Their Finest, 2016), de la directora danesa Lone Scherfig habla un poco del tema, la protagonista pasa de ser redactora publicitaria a trabajar en guiones. Es en el Reino Unido y más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, pero aparece de nuevo esa transición. Está en Filmin.
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El botiquín 💊
Las vitaminas culturales que me han mantenido cuerda y feliz estas semanas:
📺 La película ya la sabéis, Las rebeldes del internado. Ahora tengo miedo de que tengáis unas expectativas demasiado altas. Bajadlas un poco antes de darle al play, por si acaso.
Estoy viendo Sexo en Nueva York, que era una laguna cultural que tenía. Me escandalizo principalmente por que ellas se escandalicen con determinadas cosas, por lo señores que parecen todos los hombres (sobre todo en la primera temporada) que luego dicen que tienen 32 años, por lo de que Carrie viva una vida bastante lujosa escribiendo solo una columna a la semana y por cosas relacionadas con unas gafas violetas que me cuesta mucho sacarme para verla. Pero la estoy disfrutando como una enana. Está en HBO.
🎧 Estos días escucho principalmente dos playlists: έχω μια θεία που ζει στο Παρίσι, que significa ‘tengo una tía que vive en París’ y a la que no sé cómo llegué, pero son canciones europeas de los años 30, 40 y 50 en francés, alemán, griego, italiano, hebreo, etc. También escucho bastante (y me vengo arriba con) la BSO de Una joven prometedora. Una colección de canciones muy guay. La película, ya tal. Por culpa de Kings of Convenience, llevo unos días de revival nórdico, pero a quien escucho sobre todo es a Jens.
📖 Releí Persuasión, de Jane Austen, y me enganchó tanto como la primera vez, que fue hace solo un año.
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