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¡Feliz año! Ahora que 2020 se ha acabado y con él nuestros problemas, podemos dedicarnos a otras cosas.
Cuando estuve en Glasgow hace un par de años, me alimenté principalmente de menús del día consistentes en una crema de verduras que me hacía muy feliz en aquel agosto lluvioso y un sándwich. Después lo completaba con un té y un scone en algún café o, si se cruzaba en mi camino, alguna tetería o salón de té. Por supuesto, como persona que ha vivido en Viena y se ha vuelto un poco loca con el art nouveau, mis pasos me llevaron a The Willow Tea Rooms, el salón de té diseñado por Charles Rennie Mackintosh.
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(Fui en realidad a Mackintosh at the Willow. Hay otros The Willow Tea Rooms, pero este es el bueno).
Acababa de reabrir en junio tras un proyecto de restauración de cuatro años y aún estaba un poco en obras. Mientras me tomaba mi té y mi scone al fondo de la sala principal en una silla algo incómoda pero muy bonita, aprendí que Mackintosh no era lo más interesante de todo aquello. Quien despertó mi curiosidad fue Catherine Cranston, la señora que a finales del siglo XIX y principios del XX montó una cadena de cuatro salones de té en Glasgow y a quien Mackintosh debe en parte su fama.
Catherine, Kate, nació en 1849, año en el que su padre, que era pastelero, montó un hotel. Su hermano mayor, Stuart, se metió en el negocio del té aprovechando una época en la que el movimiento por la templanza —un movimiento contra el consumo excesivo de alcohol— tenía bastante vidilla en Glasgow. Fundó algunas teterías que proponían a la clase trabajadora beber té en vez de irse al pub, pero fue Kate quien revolucionó el negocio cuando aterrizó en él con mucha más visión empresarial.
En 1878, con 29 años, montó la Crown Luncheon Room, su primera incursión en el mundo de la restauración. ¿En qué se diferenciaba de los locales de su hermano? Todas las fuentes que he consultado hablan de un gran énfasis en el diseño y la decoración, en la limpieza y en la calidad de lo que se ofrecía. Vaya, que no sabemos cómo eran los establecimientos de Stuart, pero con esa descripción preferimos ir a los de Catherine. En 1892 abrió su segundo salón y, aunque ya estaba casada, siguió construyendo su emporio bajo su nombre de soltera, Miss Cranston’s Tea Rooms. Los siguientes abrieron en 1897 y en 1903.
Su fama y sus recursos iban aumentando, y con ellos su compromiso con ofrecer sitios bonitos y modernos, casi artísticos (y limpios, no lo olvidemos). En 1898 le encargó al joven diseñador y arquitecto George Walton una extensión en el estilo de moda, Arts and Crafts, para su primer local. Un par de años después, en 1900, se fijó en una pareja de artistas, Mackintosh y Margaret Macdonald, y les pidió que se ocuparan del diseño de una sala nueva también en el primer local. Se ve que le gustó, porque fue a ellos a quienes les encargó todo The Willow Tea Rooms (decoración, mobiliario, cuberterías, uniformes de las camareras...), el salón que abrió en 1903 y en el que me tomé yo mi té y mi scone en agosto de 2018.
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De Kate Cranston no se sabe mucho. Era, según parece, bastante excéntrica y llevaba sus negocios con mucho rigor y seriedad, pero tenía ese punto caritativo de algunas señoras de alta sociedad y se cuenta que visitaba a sus camareras en sus casas para asegurarse de que comían tres veces al día. Cuando murió en 1934, años después de haber vendido sus salones (se deshizo de ellos cuando murió su marido en 1917), dejó dos tercios de su patrimonio “a los pobres de Glasgow”.
The Willow Tea Rooms eran cuatro pisos con distintas salas, unas pensadas más para hombres y otras para mujeres, porque el éxito general de los salones de té en la época se debió sobre todo a la clientela femenina: eran lugares en los que quedar y socializar con amigas sin la presencia de los señores esposos, que estarían trabajando o haciendo cosas de hombres como fumar. Un peligro, vaya. Porque las reuniones de mujeres sin supervisión masculina solo pueden acabar en una cosa: conspiraciones contra el patriarcado.
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Los salones de té y el movimiento sufragista
A finales del siglo XIX y principios del XX las mujeres británicas de ciudad tenían más libertad para moverse solas por la calle, aunque juntarse en lugares públicos como un restaurante aún no era considerado decente. La aparición de los salones de té en la misma época, que poco a poco se fueron orientando al público femenino, les otorgó un espacio fuera de casa en el que juntarse, comer o merendar y hablar.
Muchos de estos salones, además, eran propiedad de mujeres, uno de los pocos negocios que se les permitían en la época. El Alan’s Tea Rooms de Londres, por ejemplo, estaba bajo la titularidad de un tal Alan Liddle. En realidad, se trataba de Margaret Alan Liddle, hermana de Helen Gordon Liddle, miembro de la Women’s Social and Political Union (WSPU), la organización bajo la que se agrupaban las sufragistas en el Reino Unido. Otro de estos salones era el Tea Cup Inn, de Mrs Alice Mary Hansell y Miss Marion Shallard (esta última solo al principio). Hansell abrió el negocio en 1910, cuando era una viuda de 52 años, y posiblemente fuese también miembro de la WSPU.
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Brindando con té por la liberación de la sufragista Sylvia Pankhurst.
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Los salones de té funcionaban no solo como centro de reunión para sufragistas, sino también como un lugar perfecto en el que sumar nuevas adeptas a la causa: eran espacios en los que muchas veces solo había mujeres y en los que en más de una ocasión alguna líder sufragista aprovechó para dar un discurso.
No todos los propietarios estaban de acuerdo con esa clientela revolucionaria a la que habían atraído, pero muchos apoyaban la causa (o simplemente reconocían la oportunidad) y se anunciaban en las páginas del periódico Votes for Women, editado por la WSPU. Otros, como el Suffrage Tea Room de Dublín, eran directamente parte del movimiento. Hay también juegos de té diseñados específicamente con los símbolos y eslóganes del movimiento, que servían tanto para tomarse el té como para recaudar fondos al venderlos.
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No sabemos si en los salones de Kate Cranston hubo este tipo de reuniones ni qué opinaba ella del tema, pero es una coincidencia curiosa que el Salon de Luxe, la sala femenina de The Willow Rooms, usase los colores lila, blanco y verde en su decoración, los colores del movimiento sufragista. Se cree que justo esta sala fue diseñada casi por completo por Margaret MacDonald, la mujer de Mackintosh, de quien se sabe también muy poco. Yo elijo creer que detrás de los colores había más que una simple preferencia estética.
El botiquín 💊
Las vitaminas culturales que me han mantenido cuerda y feliz este mes.
📺 Estoy en pleno ciclo Jeremy Irons. Recomiendo mucho Conociendo a Julia, El misterio Von Bülow y La mujer del teniente francés. Si lo queréis hablando francés, El amor de Swann es para vosotros. Están todas en Filmin.
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Aún no vi los Borgia.
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🎧 En diciembre suelo ponerme a escuchar discos del año como loca para hacer una lista. Descubrí dos que se fueron de cabeza al top 10: Lilith, de María Rodés, y Milkteeth, de Douglas Dare.
📖 En 2020 leí 36 libros y a siete de ellos les puse cinco estrellas en Goodreads: Desierto sonoro, de Valeria Luiselli; Persuasión, de Jane Austen; Sobre los huesos de los muertos, de Olga Tokarczuk; Ada o el ardor, de Vladimir Nabokov; Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro; Las malas, de Camila Sosa Villada y Éramos unos niños, de Patti Smith. Automedicaos con ellos. No son inocuos, pero ofrecen placer y refugio.
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