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Nunca he invocado al diablo, pero una vez invoqué a un ornitólogo y apareció.
Ocurrió hace unos años, en una excursión que hicimos un fin de semana a A Coruña un grupo de amigas. Estábamos en una calle anónima, la típica calle con arbolitos jóvenes alineados en la acera, cuando de pronto escuchamos unos pío-pío muy agudos y cercanos. Encontrar la fuente fue muy fácil: el piar venía de uno de los árboles, en cuyas ramas se veía un nido casi más grande que la copita que lo cobijaba.
En el nido había unos bebés pájaro que llamaban —supusimos— a sus progenitores. Nos quedamos unos segundos mirando, mientras se nos agolpaban las preguntas. ¿Tenían hambre o solo cantaban o solo charlaban en su lengua de minipajaritos? ¿Dónde estaban la madre y el padre? ¿De qué especie eran? Entonces, una de nosotras, no sé bien quién, comentó que necesitábamos un ornitólogo. Un transeúnte se paró a nuestro lado. «Yo soy ornitólogo», dijo.
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La sorpresa y emoción fue tal que no recuerdo nada más, solo la aparición. No sé si contestó a nuestras preguntas. No sé cómo justificó su presencia en la acera justo cuando lo necesitábamos. No valgo para mística.
Estas semanas fantaseaba con esa escena y me preguntaba qué habría pasado si, en vez del masculino genérico, hubiésemos dicho algo más concreto. ¿Se pueden pedir ornitólogas a los gestores de las apariciones? ¿Tienen que ser personas vivas o puede tratarse de alguien histórico muerto hace varias décadas? En aquel momento no habría sabido a quién pedir (ni hombre ni mujer), pero ahora creo que invocaría a Elizabeth Gwillim, que no era ornitóloga pero sí sabía mucho mucho mucho de aves. Habría aparecido con sus acuarelas y quejándose del clima coruñés.
Vivió entre 1763 y 1807, pero su nombre no se relacionó con el mundo pajarero hasta principios del siglo XX. En 1924, el oftalmólogo jubilado y zoólogo canadiense Casey A. Wood estaba en Londres en misión de compra de material para la Biblioteca de Ornitología de la Universidad McGill (Montreal). Como la biblioteca ya estaba surtida de lo más clásico, Wood buscaba rarezas, para lo que visitaba librerías de viejo. anticuarios y comerciantes de arte.
En el local de uno de estos últimos, preguntó si tendrían dibujos o cuadros de pájaros. Tras una pequeña búsqueda, uno de los empleados apareció con una carpeta enorme (de 120x150 centímetros aproximadamente) llena de polvo y de dibujos en acuarela de diversos pájaros de la India. A tamaño natural y muy detallados y precisos.
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Spilornis cheela
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Algunos de los dibujos venían con descripciones detalladas del pájaro —su hábitat, comportamientos,diferencias sexuales, etc.—, mostrando que la artista era, «para su tiempo y generación, una zoóloga bien informada», según escribió el propio Wood.
Averiguar el nombre de la artista fue sencillo, ya que figuraba en la carpeta y en otros dibujos más pequeños que también aparecieron en la tienda. Pero lo que más sorprendió a Wood no fue que la autora fuese una mujer, sino la fecha: las ilustraciones habían sido hechas décadas antes de que el ornitólogo y pintor John James Audubon hiciese las suyas, hasta entonces (y aún un poco ahora) consideradas las primeras representaciones cuasicientíficas de aves a tamaño natural.
¿Quién era esta artista que hacía ilustraciones de aves de la India que, según Wood y los ornitólogos a los que consultó tras su hallazgo, tenían un alto valor científico? Nació en el Reino Unido como Elizabeth Symonds. A los 21 años, se casó con el abogado Henry Gwillim y 16 años después se mudaron a Madrás (ahora Chennai), en la India, en 1801. También se mudó con ellos Mary, la hermana de Elizabeth. De su vida allí se sabe bastante porque ambas escribieron muchas cartas que se conservan en la British Library, aunque si alguien editara un libro con ellas los simples mortales podríamos saber más.
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Datos clave: Elizabeth y Mary tenían mucha vida social en Madrás, lo que se esperaba de ellas como inglesas de buena posición en la colonia. Sin embargo, pasados unos meses, tanto compromiso social empezó a hartarlas y hacían muchas escapadas a la naturaleza. Y es ahí donde Elizabeth Gwillim pudo observar todos esos pájaros (y peces y flores, que también dibujó) y pintarlos. Se conservan unas 120 láminas de grandes aves, todas pintadas observándolas vivas en su hábitat natural. Y todo lo hizo entre 1801, cuando llegó a la India, y 1807, cuando murió.
Las pájaras también cantan
Todos los que en realidad no tenemos ni idea de aves sabemos dos cosas: que los machos son más vistosos para atraer a las hembras y que además son ellos los que cantan por esa misma razón. Pero parece que en realidad esto último no es así: las hembras también cantan, solo que hasta hace no mucho no se había estudiado el tema. Además, incluso en las especies en las que ellas no cantan, todo parece indicar que sí lo hicieron en el pasado.
Ahora ya hay investigadores dedicados al tema. O quizá debiera decir investigadoras: el proyecto de investigación principal ahora mismo, de las universidades de Cornell y Leiden, está liderado por mujeres. Y, como relata este artículo en AllAboutBirds, la publicación del Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell, la presencia de investigadoras es importante por cosas como esta: a los ornitólogos con O no se les había ocurrido estudiar el canto de las pájaras. (También hay hombres en el proyecto, #notallmen). Se daban como ciertas cosas que en realidad no lo eran porque solo se había estudiado a los pájaros macho. Y así con todo en la ornitología, en la biología, en la ciencia, en la vida.
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Aprendamos más nombres de ornitólogas históricas a las que invocar cuando nos asalte la necesidad: Althea Sherman, Margaret Morse Nice, Florence Merriam Bailey, Maria Koepke, Pérrine Moncrieff. Y más, muchas más.
- En La Vanguardia hablaron del tema de las pájaras cantoras, pero choca un poco que hablen de investigadores cuando quienes firman el artículo científico al que hacen referencia son mujeres.
- Quizá llegue un momento en el que sepamos más de Lady Elizabeth Gwillim y de su hermana Mary Symonds. Desde 2019, en la biblioteca de la Universidad McGill está en marcha The Gwillim Project, un proyecto centrado en estudiar la vida de las dos hermanas en la India a través de la lectura de las más de 400 cartas que se conservan y del análisis de sus pinturas. A veces organizan conferencias sobre distintos temas de las cartas. Están todas en YouTube.
El botiquín 💊
Las vitaminas culturales que me han mantenido cuerda y feliz estas semanas:
📺 Resulta que no había visto nunca Algo para recordar (Sleepless in Seattle), de Nora Ephron, así que lo remedié y me hizo bastante feliz (está en Netflix). Me llamó la atención que me cayeran bien todos los personajes y me encantó que Meg Ryan usase la excusa de que es periodista para indagar sobre Tom Hanks. El típico truco de «casualmente estoy haciendo un reportaje sobre esto que me obliga a averiguar su teléfono y dirección y viajar a su ciudad a espiarlo».
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Meg Ryan documentándose.
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De cosas más recientes, me gustó mucho La excavación, de Simon Stone, en Netflix también. La vi sincronizada con Raquel y cuando acabamos y fuimos a Twitter descubrimos que un par de museos británicos la habían visto también con nosotras. The Assistant (Filmin), de Kitty Green, también es muy recomendable, pero quizá no como automedicación para sentirse mejor.
🎧 El jueves escuché cuatro veces el disco de C.Tangana, algo que aún no sé cómo interpretar. Lo que sí me ha estado salvando estas semanas es Bridge Over Troubled Water, de Simon & Garfunkel. Acudo al disco buscando la canción, que es para mí como un bálsamo cálido, como sumergirse en un abrazo. Casi como ese puente sobre aguas turbulentas si no fuese porque yo entiendo la música más como torrente que como infraestructura. Luego sigo con el resto del disco y me alegra y me emociona y me hace bailar o cerrar los ojos.
Hablando de cerrar los ojos, ayer estuve en bucle con este vídeo del concierto en Central Park porque de pronto me fijé en que Art Garfunkel es capaz de cantar Bridge Over Troubled Water sin cerrarlos. ¿Es un robot, un autómata, un replicante? Al final se rinde y los cierra casi aliviado, como diciendo «ya está, no aguanto más, he llegado al final de la canción sin deshacerme». Tiene muchísimo mérito. Si os fijáis, Richard Tee, el teclista, cierra los ojos ya en el segundo 6. Os he hecho un gif de Art rindiéndose.
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También he caído mucho en First Love, el primer disco de Emmy The Great. No hay razón, más que el puro y simple placer nostálgico.
📖 Al final estoy releyendo La señora Dalloway porque no aguanté más. Creo que tiene que ver con el efecto aniversario, esta sensación tan rara de que ya sea marzo otra vez. Es una (re)lectura pandémica perfecta porque todo se puede entender a través de lo que hemos vivido este año. En las primeras páginas, Clarissa Dalloway —pálida y flaca y débil por la gripe, se comenta de refilón— sale a la calle (a comprar flores, claro) y Woolf describe un ambiente lleno de vida y color y primavera porque la guerra ha acabado. Este me parece un párrafo post-trauma colectivo perfecto:
Porque estaban a mediados de junio. La guerra había terminado, excepto para algunas personas como la señora Foxcroft, con la desesperación en los ojos, la noche precedente en la embajada, por la muerte de aquel muchacho tan agradable y también porque ahora la antigua casa solariega pasaría a manos de un primo; o Lady Bexborough, quien, según decían, con el telegrama en la mano que le anunciaba la muerte de John, su preferido, había inaugurado una venta benéfica; pero la guerra había terminado; ya era historia, gracias a Dios. Estaban en junio.
(De la traducción de José Luis López Muñoz en Alianza Editorial).
Novedades 🌺
Dentro de dos semanas, con la primavera, os llegará otra carta. Pero será distinta, será una carta con una entrevista. En algún momento de febrero se me ocurrió que estaría bien no solo hablar de señoras muertas, sino también con mujeres que están dedicando una parte importante de su vida a investigarlas. Yo bebo de su trabajo (pienso ahora, por ejemplo, en las responsables de The Gwillim Project) y ¿no sería interesante darles voz también, que las expertas me hablen de su amor por la figura a la que investigan?
Estas entrevistas no serán algo regular, dependerán más de que tenga tiempo y ganas y energía y se me ocurra con quién hablar. Por supuesto, acepto sugerencias.
Nada más por aquí. Nos vemos con las flores.
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