Queridas 58 personas que estáis suscritas:
¡Que no cunda el pánico! Para el primer domingo de diciembre faltan aún tres semanas (¿no os parece de pronto que está lejísimos y que noviembre está siendo muy largo?), pero tenía a las pioneras de hoy bullendo en la cabeza y temía que perdiesen el punto y os llegaran blandurrias y sobrecocidas. O a lo mejor solo quería procrastinar. O a lo mejor os echaba de menos, mis 58 fieles, exactamente los mismos que hace dos semanas (me da un poco de vergüenza ir mendigando suscriptores cada mes en redes sociales, y ¿quién necesita más? Ellos se lo pierden). Pero vayamos al lío.
Las pioneras de hoy llevan bullendo en mi cabeza en realidad un año, desde que las descubrí en el Museum of Jurassic Technology en Los Ángeles, una de mis cosas favoritas de 2019. Es un museo muy raro y muy especial que juega a contarte verdades y mentiras, pero esto yo no lo sabía cuando entré, así que salí maravillada y con varios nombres apuntados en mi cuaderno (no puedes llevar el móvil). Imaginad mi sorpresa cuando busqué los primeros de esos nombres en Google y solo me aparecían referencias al museo y entendí que se habían reído de mí. Con muy poca esperanza, busqué otros nombres asociados a una tema muy extraño y fascinante. Y, curiosa e inesperadamente, las personas detrás de esos nombres sí habían existido.
Esos nombres eran Caroline Furness Jayne, Kathleen Haddon y Honor Maude, las protagonistas de una exposición sobre el juego del cordel, ese juego de manos que consiste en hacer una figura con un cordel que luego otra persona te quita de las manos creando a su vez otra figura. Mi hermana y yo jugábamos bastante de pequeñas con nuestra abuela
Pues bien, Furness Jayne, Haddon y Maude fueron estudiosas y expertas de los siglos XIX y XX en este juego, que tiene mucho más detrás de lo que nos puede parecer a primera vista.
La autoridad real, la pionera, fue Caroline Furness Jayne, que vivió entre 1873 y 1909. Etnóloga americana, escribió una especie de best-seller sobre las figuras de cuerdas por todo el mundo (porque resulta que es algo tradicional en muchas latitudes, y en muchos lugares es un solitario: juegas tú sola e intentas hacer determinadas figuras). Bebía de estudios etnológicos que ya estaban hechos y de la información recabada por ella misma en sus viajes, y llenó su libro de dibujos y explicaciones paso a paso de cómo hacer cada figura. Figuras muy complejas que los «salvajes» de distintas tierras lograban sin pestañear.

¿Qué sabemos de ella? Como de sus dos compañeras de newsletter, no mucho. Era hija de un experto en Shakespeare y una autora, de donde no es difícil concluir cierto nivel de privilegio, y creció en Philadelphia. Su marido, con el que se casó en 1894, era profesor de Biología y tuvieron dos hijos. Sabemos que viajó mucho porque muchas de las figuras las registró ella misma, pero no tenemos más detalles. Murió joven, con 36 años.
El padre de la irlandesa Kathleen Haddon era antropólogo e influyó mucho los trabajos de Furness Jayne (de hecho, escribió el prólogo de su libro). Ella, Kathleen, vivió entre 1888 y 1961. Estudió Zoología en Cambridge, aunque como mujer no podía acceder a un título, y no se lo concedieron hasta 1948. Empezó su trabajo sobre el juego del cordel en un viaje que hizo a Alaska con sus padres y su hermana en el que ambas ayudaron a sus progenitores a estudiar los juegos de las comunidades costeras.

Más tarde, en 1914, viajó también con su padre a Papúa y le ayudó en la recolección de juegos y como fotógrafa. Se casó en 1917 y ya no sabemos más de ella, más allá de los tres libros que publicó sobre los juegos del cordel.
Honor Maude llegó a pisar el siglo XXI (vivió entre 1905 y 2001), pero su página en Wikipedia es la más corta. Hay más información en el obituario que se publicó en The Journal of Pacific History, donde nos cuentan que era australiana, que su padre se marchó de casa cuando ella tenía 7 años, que tenía asma y por eso no pudo acabar sus estudios de Enfermería, que se casó con Harry en 1929. El matrimonio, que duró 75 años, fue una concesión del jefe de Harry. En teoría los hombres en su puesto tenían que estar solteros, pero según parece Harry era un desastre a nivel práctico y «necesitaría a Honor para sobrevivir».

Fue Harry quien le dio a Honor un ejemplar de uno de los libros de Kathleen Maude, lo que despertó su interés por los cordeles. Se convirtió en una autoridad en los juegos del cordel de las islas del Pacífico. Publicó cuatro libros sobre el tema.
¿No os quedáis un poco como a medias, con ganas de saber más sobre estas mujeres y sus viajes? ¿Con ganas de rellenar esas grandes lagunas de sus historias? Así salí yo del museo. Google me dio respuestas, pero muy pocas. Prometo que las newsletters oficiales, las de los primeros domingos, serán más satisfactorias. La reflexión sobre esta frustración es tan evidente que no la pienso dejar por escrito.
- Otras expertas en los juegos del cordel fueron la antropóloga soviética Julia Averkieva y la bibliotecaria canadiense Camilla Gryski, pero no estaban en el museo. Ahora quiero que alguien haga una película sobre ellas: que se encuentren las cinco y, mientras juegan con los cordeles, hablen sobre sus vidas.
Las recomendaciones
📺 Podríais dedicar el domingo a ver Dash & Lily (Netflix) entera: os llevará 4 horas y os hará muy felices. Es una serie sobre dos adolescentes que se enamoran en Nueva York en los días previos a la Navidad y es tierna sin ser cursi, inteligente pero libre de cinismos. Hacedme caso. Es una pequeña y dulce maravilla, como un mazapán. (De mi ciclo Jude Law ya os hablaré en tres semanas).
🎧 Getting Into Knives, de The Mountain Goats, es un inesperado disco luminoso para este año oscuro. También estoy escuchando bastante Blue, de Joni Mitchell, banda sonora perfecta para noviembre (River tiene un momento de protagonismo en Dash & Lily).
📖 No soy nada original. Estoy leyendo El infinito en un junco, de Irene Vallejo. El otro día una amiga que trabaja en una librería me dijo que era increíble lo mucho que se vendía.

|
Añadir un comentario: