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Álvaro Durán

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August 14, 2020

Valor es la importancia que le damos a las cosas

Si ignoramos circunstancias extraordinarias, las instituciones sociales, las ideas y las costumbres de los grupos del mundo real se encuentran reflejadas en un Campo de Prisioneros de Guerra.

— R. A. Radford, “La Organización Económica de un Campo de Prisioneros de Guerra”

Ayer llegué a una conclusión interesante: David Graeber está equivocado. O, al menos, no está del todo en lo cierto. El dinero no es una consecuencia de la deuda, sino que es una plataforma de intercambio de capital. El dinero resuelve un problema más profundo que simplemente qué se debe a quién.

¿Qué problema resuelve, entonces? El dinero resuelve el problema de ordenar nuestras prioridades como sociedad.

R. A. Radford explica en su ensayo que todos los prisioneros recibían un cuarto de una cartilla de la Cruz Roja cada semana, en la cual había cantidades irregulares de objetos irregulares: chocolate, queso, margarina, jamón, zanahorias troceadas, azúcar, y un largo etcétera.

¿Qué es lo más importante de esa cartilla? ¿De qué manera puedo averiguarlo?

Empezando con simples trueques, como un no fumador dandole a su amigo fumador su ración de cigarrillos a cambio de su ración de chocolate, intercambios más complejos pronto empezaron a ser la norma.

Es decir, que quizá Graeber estaba en lo cierto al decir que no hay sociedades prehistóricas donde el trueque fuese la costumbre más aceptada, pero aquí encontramos, miles de años más tarde, una comunidad de desconocidos, en la que no se debe nada a nadie, y lo primero que surge es el trueque; y de él, una forma de dinero que facilita las transacciones más complejas.

Los sijes, que al principio habían intercambiado las raciones enlatadas de vaca por prácticamente cualquier otro alimento, empezaron a insistir en jamón y margarina. Se empezó a ver que una lata de jamón valía media libra de margarina y algo más; que una ración de cigarrillos valía varias raciones de chocolate; y que una ración de zanahorias no valía prácticamente nada.

Y es aquí donde llegamos a la adopción del cigarrillo como punto de referencia. Igual que medimos longitudes en metros, los prisioneros medían “valor” en cigarrillos.

Lo más importante de una cartilla es lo que vale más.

Al final del mes […] había un comercio intenso para todos los objetos y sus valores relativos eran conocidos por todos, expresados no en términos de uno frente a otro (uno no hablaba del precio de la carne curada en términos de azúcar) sino en cigarrillos. […]

En el campamento, la gente empezó a vagabundear por los bungalows gritando sus ofertas: “¡queso por siete!” (cigarrillos) […]. La incomodidad de este sistema pronto derivó en su reemplazo por un tablón de anuncios de Intercambios y Mercado en cada bungalow, donde bajo las columnas “nombre”, “número de habitación”, “quiere”, “ofrece”, ventas y compras eran anunciadas.

¿Podemos convencernos de que el dinero es una herramienta para facilitar el ordenamiento de nuestras prioridades?

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