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Álvaro Durán

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August 19, 2020

Marco Enlatado

Como proyecto de fin de máster, mis compañeros y yo presentamos una tésis llamada “Los efectos de las políticas monetarias no convencionales sobre la industria de la inversión”. En él, tratábamos de entender de qué manera afectaban las decisiones de los bancos centrales a la Bolsa, y qué efectos tenía sobre la sociedad, etcétera.

En pocas palabras: pretendíamos argumentar que la inflación de los precios, que no se estaba detectando a pesar de los impresionantes esfuerzos de los bancos centrales, se estaba trasladando no a la subida del precio del pan, sino a una burbuja de precios en la Bolsa.

El problema es que la inflación no es algo que se pueda medir bien. ¿Hay inflación si sube la gasolina, pero baja todo lo demás? Argentina, en su muestreo estadístico de los precios, elimina los casos de subida y bajada más altos, quedándose solo con los más moderados. ¿Lo están haciendo bien?

El tiempo parece que nos dio la razón. Al poco de empezar los programas de compra masiva de deuda (lo que llamaron “imprimir dinero”, porque esa deuda se compraba con moneda nueva), el precio del pan se mantuvo, y el de la Bolsa, los coches caros, y los futbolistas explotó.

Tengo malas sensaciones de aquella tesis, no obstante, porque nunca pude resolver mi principal problema. ¿Qué es la inflación? ¿De dónde viene?


La razón por la que los cigarrillos se convierten en una buena moneda en campos de prisioneros de guerra es también su gran problema.

Es su valor intrínseco lo que le daba su principal desventaja como moneda, una desventaja que existe, pero en menor medida, en las monedas de metal; esta es, una enorme demanda para uso no monetario [para fumar]. Consecuentemente, nuestra economía se veía repetidamente sujeta a deflación y a periodos de escasez monetaria. Mientras la Cruz Roja enviase paquetes de 50 ó 25 cigarrillos a la semana de forma regular, y hubiese una buena cantidad de ellos en reserva, los cigarrillos cumplían su función monetaria admirablemente. Pero cuando los envíos se interrumpían, las reservas se agotaban pronto, los precios caían, y el comercio caía en volumen hasta degenerar en trueque. Esta tendencia deflationaria era periódicamente compensada con la repentina inyección de nueva moneda.

— R. A. Radford, “La Organización Económica de un Campo de Prisioneros de Guerra”

La economía del campamento tenía una tendencia deflatoria: los precios, a falta de moneda con los que pagarlos, caían conforme cada cigarrillo era más y más valioso, primero lentamente y después más rápido, hasta la llegada de un nuevo cargamento de cigarrillos.

¿Cómo podríamos solucionar ese problema?¿De dónde sacaríamos cigarrillos artificiales para compensar la falta de los de verdad?

Alrededor del Día D, había abundancia de comida como de cigarrillos, el comercio iba bien y el campamento estaba de buen humor. Consecuentemente, el comité de entretenimiento sintió que era el momento oportuno de lanzar un restaurante, donde vender comida y bebidas calientes […]. Originalmente los platos se vendían a cambio de cigarrillos pero eso implicaba que todo el tinglado era vulnerable a las olas de deflación periódicas, y además hacía poco probable que los fumadores duros aparecieran por allí. El éxito del tinglado dependía de que una cantidad razonable de comida estuviese a la venta de forma habitual.

Para impulsar y facilitar el comercio […], y evitar los peores efectos de la deflación cuando viniese, el Restaurante y la Tienda organizaron una moneda de papel. La Tienda compraba comida en nombre del Restaurante con billetes de papel y estos billetes eran aceptados tanto en el Restaurante como en la Tienda, que utilizaba esos billetes de vuelta para comprar más comida. […] El billete estaba respaldado al 100 por cien por comida: de ahí su nombre, Marco Enlatado.

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