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Álvaro Durán

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July 14, 2020

Los locos del siglo XXI

Para imponer escasez en un producto infinitamente abundante como es una canción, que puede copiarse indefinidamente, hace falta que la distribución esté en manos de unas pocas empresas, las discográficas, y que haya una única manera de escucharla con comodidad. El CD no es más que un artilugio de plástico, y la gente pagaba por él únicamente porque era la manera más cómoda de escuchar música.

Como ocurre con muchos monopolios asentados con el tiempo, basta un simple empujón tecnológico para que toda la industria caiga por el precipicio.

El servicio postal lleva con nosotros desde hace miles de años. Permite que desde cada una de nuestras casas, una carta con un remite y un destinatario pueda salir disparada hasta otra, por medio de una serie de nodos (centros municipales, provinciales, autonómicos, etc) que redirigen la carta en la dirección correcta. Internet funciona de una manera parecida, con la salvedad de que está pensado para mandar los archivos no de una vez, sino en trozos o “paquetes”, que se recomponen al llegar a su destino.

Enviar un archivo por Internet por paquetes tiene tres ventajas. La primera es que el tamaño del archivo es irrelevante; al enviarlo por trozos, un archivo tardará más o menos en llegar, pero si todo va bien, teóricamente cualquier tamaño es válido en la Web. La segunda es que, dado que Internet no garantiza que el paquete llegue al destino, reenviar alguno de esos paquetes es más fácil que reenviar el archivo entero. Y en tercer lugar, si existe una copia de ese archivo en otro nodo, entonces no necesitamos que todos los paquetes provengan del mismo sitio: siempre podemos pedírselo a otro. Imagínate que compras una bici, y te la mandan por partes (el manillar por un lado, las ruedas por otro, etc). Si hay algún centro de “ruedas” cerca de ti, son ellos los que te pueden enviar las ruedas que necesitas sin que tengas que esperar a que el centro de “manillares” se encargue de eso.

Esta forma de pensar ilustra muy bien cómo funcionan las redes peer to peer, o “de igual a igual”. Si un archivo de audio puede trocearse en paquetes, entonces en el momento en que un usuario se ha descargado una copia de ese archivo, éste se convierte en otro “centro de descarga” para ese archivo para los demás usuarios. El primer distribuidor puede estar apagado o desconectado, y en cambio la red sigue teniendo acceso a ese archivo por medio de algún otro usuario que ya se la hubiese descargado.

Internet es la red peer to peer más grande del mundo. Durante todos estos años, habíamos ido a casa de nuestro vecino y grabábamos en un casete las canciones para escucharlas donde quisiéramos, y la ley permitía hacerlo, puesto que la ley sólo contempla dos escenarios para que una persona sensata comparta su música con otra persona: o bien es un amigo, y lo hacemos gratis, o bien es un desconocido, y es ilegal vender.

El siglo XXI va a revelar que hay millones de personas que no pueden aguantarse las ganas de compartir su música gratis con completos desconocidos. El mundo, en el año 2000, se había vuelto loco.

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