La máscara de gas de la Reina Victoria
Si recuerdas, durante estas Navidades se puso de moda estar indignado con los fuegos en Australia (ahora es sólo un recuerdo lejano). Marta y yo estábamos allí. Sydney, por suerte, no se vio afectada, pero según que zonas de las afueras, se estaba evacuando gente por el fuego y el humo.
Una catástrofe natural, seguramente mal gestionada, y una población indignada.
Es curiosa la manera que tiene la gente de actuar frente a situaciones que le parecen injustas. Estando en Sydney, vimos como una de las estatuas más famosas de la ciudad, la de la Reina Victoria, había amanecido con una máscara de gas en protesta por la gestión de los incendios.
Entiendo la queja, y la forma en que se implementa me parece original. Pero, ¿cuál es el resultado? Unos retuits. La famosa "concienciación". Como si alguien en Australia necesitase concienciarse de que están ardiendo bosques cuando el cielo en Nueva Zelanda se pone naranja.
Hemos asociado la protesta al resultado de tal manera, que protestar se ha vuelto un resultado en sí mismo. Actuar es tremendamente complicado, con lo que decidimos hablar y comunicar. Pero hablar y comunicar son sólo el primer paso de una serie de medidas encaminadas a cambiar las cosas. ¿Dónde está lo demás? ¿Dónde está donar, ofrecerse voluntario? ¿Dónde está ir más allá de las palabras?
El siglo XXI ha dado pie a una sociedad que se conforma con protestar, es adicta a protestar, y sólo actúa mediante la protesta. ¿Qué hicimos cuando unos animales volaron un periódico? Je Suis Charlie. ¿Qué hicimos cuando unos encapuchados se liaron a disparar sus metralletas por la capital francesa? Rezar por París.
Hace unos días, en Madrid, hubo gente que protestó, políticos que protestaron por esa protesta, y gente que protestó porque la gente protestaba por las protestas. No vi acción por ninguna parte.
Sólo oigo ruido, ruido, y más ruido. ¡Actuad, veréis lo difícil que es eso! Se necesita convicción para actuar; para protestar, sólo hace falta no estar afónico.