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Álvaro Durán

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August 17, 2020

La guerra económica

Una plataforma de comercio, lo que comúnmente llamamos “dinero”, puede ser de dos tipos:

  1. Alguien tomando nota de quién tiene qué.
  2. Cada uno de los miembros lleva consigo una representación de lo que posee, que es reconocido por todos.

Cuando David Graeber argumenta que el dinero es igual a la deuda, entiende que el dinero es de la forma 1: el dinero es una forma de llevar la cuenta de quién tiene, y por tanto quién debe a quién. Y, si bien no es una descripción incorrecta de para qué puede servir el dinero, no es una descripción completa. No si consideramos que el dinero es también valioso por sí mismo, es la killer app de la que hablamos en su momento.

La gente usa los cigarrillos como dinero porque son homogéneos, razonablemente duraderos, y de un tamaño cómodo para transportar y negociar grandes transacciones.

Pero son también una killer app: la gente quiere cigarrillos porque fuma. Y si no eres un fumador, y tienes un cigarrillo, ¿me lo cambiarías por un trozo de pan?

El problema, claro está, es que la función 1 es muy peligrosa, porque centralizas el comercio en un único organismo que determina quién tiene qué, lo que da lugar a corruptelas a distintas escalas. Un tirano, por ejemplo, puede hacerse con el control de dicho organismo, y decidir que a partir de ahora esto es suyo.

Tiene sentido asumir que una plataforma como el dinero sólo tiene sentido una vez la gente tiene cosas que intercambiar. Es decir, que podemos aceptar que el dinero nace en una sociedad donde la gente tiene propiedades.

¿Existían sociedades primitivas donde el trueque fuese la forma más común de economía? Seguramente no, porque en sociedades pequeñas, todos los activos son líquidos: la idea de que no puedes tener lo que hay a tu alrededor es un tanto absurda.

¿En sociedades más complejas? Eso es otra historia. Doy por cierta la idea de que el choque de unas sociedades con otras da pie al concepto de propiedad. A este lado del río, lo mío; a ese lado, lo tuyo. La propiedad, por tanto, es una consecuencia de la guerra.

El dinero es por tanto la manera de no guerrear: prefiero establecer un pacto contigo en base a quién tiene qué, que decidirlo por las armas. Es la plataforma que define los límites, y propasarlos deriva en guerra.

Como bien apunta Graeber, el trueque sólo ocurre en sociedades hostiles entre sí. El dinero permite un mundo en el que el trueque es posible sin guerras.

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