Joan Miró
Tuve la suerte de estar, la semana pasada, en el Reencuentro del Museo del Prado, la exposición que han hecho para relanzar el museo desde el cierre por el confinamiento. Me hizo pensar en el arte, y en como el estilo es una forma de decir “sólo yo puedo hacerlo de esta forma”.
Cada vez que pienso en estilo pienso en Joan Miró. Pintar así es, por así decirlo, una vergüenza. Ya adulto, y seguía pintando como un niño. Pero, al mismo tiempo, era una manera de pintar muy suya: allá donde vaya, puedo reconocer un cuadro de Miró. Puede que me parezca un cuadro que cualquier bebé podría pintar, pero me estoy engañando a mí mismo: sólo Miró puede.
Si ahora mismo olvidase todo lo que he aprendido sobre la innovación, y sólo pudiese recordar una cosa, sería esta: innovar es ser inimitable.
Internet sólo ha acelerado una tendencia sobre la información que llevaba ocurriendo desde el nacimiento del ser humano: el plagio. En un extremo perverso de la admiración, los seres humanos imitamos a nuestros semejantes para ganar así las características que admiramos de ellos. En Internet, el plagio abunda, como en la vida real. En Internet, además, el plagio es fácil.
Innovar, entonces, no es sólo ser el primero, o ser el mejor, porque ser el segundo y ser casi tan bueno es mucho más barato. Innovar, en el siglo XXI, es crear algo que sea a todas luces fácil de imitar, pero no del todo. Si la tecnología es arte, innovar es hacer lo que hacía Miró.