Gimnasios cerrados
Antes de lanzarme con la newsletter de hoy, un poco de house cleaning. La semana pasada estuve dándole muchas vueltas a la idea de que Google o Facebook se dedicaban a regalar programas informáticos sin pedir nada a cambio. Pues bien, durante este fin de semana he elaborado un ensayo que explica en profundidad el fenómeno, y la razón por la que Google te regala Android o Chrome. Le podéis echar un vistazo en este link. Si tienes tiempo, me encantaría que respondieses a este email contándome que te ha parecido. ¡Gracias!
Como imaginarás, estos meses de confinamiento han sido un varapalo tremendo para los gimnasios. Son negocios esencialmente físicos: usas su estudio y sus máquinas. Debido a la distancia que tenemos que mantener entre nosotros, es muy probable que los gimnasios no vuelvan a la normalidad hasta dentro de al menos un año. No necesariamente porque la ley no permita abrirlos, pues acabarán abriendo como el resto de negocios, sino porque mucha gente tomará precauciones y no se expondrá a máquinas sudadas o a espacios cerrados si puede evitarlo.
Es por ello que la figura del entrenador personal ha cobrado fuerza. Lo hemos visto en Instagram: miles de fit-fluencers se han lanzado a dar clases online de sus sesiones de entrenamiento, con la idea de atraer a la gente a la idea de que no necesitas un gimnasio para entrenar.
Es el ejemplo paradigmático de que, en Internet, ya no hay fronteras. Un buen entrenador personal, allá donde esté, puede dar clase a miles de personas al mismo tiempo. Es una escala que ninguna clase de gimnasio del mundo puede lograr. El negocio tradicional sufre, claro, pero el consumidor final es el que sale más beneficiado, porque tiene más opciones.
La pregunta que a lo mejor nos deberíamos hacer es: ¿necesitamos tantos gimnasios?