Genialidad
Cada verano, gente importante acude a graduaciones universitarias y pronuncia el Discurso de Graduación Estándar, que viene a ser no renuncies a tus sueños. Creo saber a qué se refieren, pero es una manera muy mala de decirlo, porque presupone la idea de que hay un plan que ya tenías pensado cuando era niño, y que no debes perder el rumbo de ese plan. En informática, a eso lo llamamos optimización prematura, y es sinónimo de desastre.
Lo que quieren decir, en realidad, es no pierdas la esperanza. No pienses que no eres capaz de hacer lo que otros han podido. Y estoy de acuerdo en que no debes subestimar tu potencial, ya que tendemos a pensar que la gente que ha logrado grandes cosas está hecha de otra pasta. Y muchas biografías exageran esta idea, en parte por la actitud adoradora de los escritores en la que caen irremediablemente, y en parte porque, sabiendo como acaba la historia, no pueden evitar ver un patrón de comportamiento hasta que se convencen de que era una cuestión del destino, que simplemente el mundo estaba a punto de descubrir un genio.
Sospecho que si hubiese estado en secundaria con Shakespeare o Einstein, me habrían parecido impresionantes, pero no totalmente distintos del resto.
Lo cual es un pensamiento incómodo: si eran como nosotros, entonces tuvieron que trabajar muy duro para llegar a donde llegaron. Y esa es una de las razones por las que creemos en el talento; nos da una excusa para vaguear. “Si fueron capaces de todo eso es porque tenían una genética privilegiada, una esencial shakesperiana o einsteniana, y no es mi culpa que yo no pueda ser tan bueno.
No digo que no existan los genios; pero si estás en el dilema entre dos teorías, y una te da una excusa para no hacer nada, entonces estoy seguro de que la otra es la correcta.