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Álvaro Durán

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June 3, 2020

Experiencias en Grupos

Ponte en situación: estás en una fiesta, aburrido. Piensas, “no puedo más, me gustaría irme a casa.” Por lo que sea, la fiesta no es de tu agrado. Y, entonces, ocurre una cosa muy interesante: no te vas. Has tomado una decisión: “No quiero estar aquí”. Si estuvieras en una librería, y dijeras “Hasta aquí he llegado”, te hubieras ido. Si estuvieras en una cafetería, y dijeras “Me aburro”, te hubieras ido.

Pero estás en una fiesta, y dices “No quiero estar aquí”. Y no te vas.

Y, entonces, ocurre otra cosa muy interesante. Un rato después, una persona se pone de pie, coge su abrigo y se larga. ¿Y qué ocurre entonces? Que un montón de gente coge su abrigo justo después y va detrás de él. Lo que significa que todo el mundo había decidido que la fiesta no era donde querían estar, pero nadie había hecho nada al respecto, no hasta que algo (en este caso, el primero que coge la puerta) desata los acontecimientos. Y, de repente, a todo el mundo le parece bien irse.

Es algo tan habitual que tiene un nombre: “la paradoja de los grupos”. Es obvio que no hay un grupo sin sus miembros, pero lo que no es tan obvio es que no hay miembros sin un grupo, porque, ¿de qué serías miembro si no?


La mejor explicación que he encontrado para entender este fenómeno ha sido en un libro de W. R. Bion llamado Experiencias en Grupos. Bion era un psicólogo que se dedicaba a hacer terapia de grupo con gente neurótica. Y mientras hacía lo posible por tratar a sus pacientes, se dio cuenta de que ellos, como grupo, conspiraban para resistir la terapia. Simplemente observó que siempre que intentaba hacer algo por ellos, el grupo aplastaba sus intentos sin coordinación alguna.

Bion se estaba volviendo loco, figuradamente, digo, tratando de entender si debía ver la situación como individuos actuando como un grupo, o un grupo coordinado de individuos. Nunca pudo resolver su duda, y por eso llegó a la conclusión de que la respuesta estaba en que no había respuesta. A la pregunta “¿Los grupos de gente se comportan como un agregado de individuos o como un grupo cohesionado?”, Bion decía “ambos”.

Cada uno de nosotros tiene una especie de mente racional individual que nos ayuda a tomar decisiones y actuar en consecuencia. Y, también, cada uno de nosotros es capaz de establecer vínculos emocionales con otra gente que trasciende los aspectos intelectuales del individuo.

De hecho, Bion estaba tan convencido de que ésta era la respuesta correcta que la imagen que puso en la portada de su libro fue un cubo de Necker, uno de esos cubos que puedes mirar y ver en una orientación o en otra, pero no las dos al mismo tiempo.


Antes de la llegada de Internet, teníamos maneras de establecer comunicaciones persona a persona, como el teléfono. También teníamos formas de establecer canales de persona a grupo: la televisión, o la radio, por ejemplo. Así que aunque Internet permite estas formas de comunicación, y las mejora en muchos casos, no son formas de comunicación nuevas para nosotros.

Las redes sociales son muy distintas. Antes de Internet, la tecnología más avanzada que teníamos para hacer que la gente se sentase y hablase entre ella era estar sentados a la mesa. No había manera de tener una conversación en grupo mediante tecnología. Lo más parecido, en realidad, eran las conference call, pero cualquiera que ha estado en una sabe que no son muy allá. Es muy difícil montar una llamada telefónica con más de dos personas y que salga bien, pero es muy fácil mandar un mensaje por Whatsapp a tus cinco amigos y decirles “¿Pizza en mi casa hoy?”.

Formar grupos de una manera tan ridículamente fácil es algo muy reciente para todos nosotros. Estamos aún en la fase de aprender cómo va la cosa.

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