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Álvaro Durán

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August 21, 2020

En el centro de todo

Si te tienes que quedar con una sola cosa de estos días, es lo siguiente: no es lo mismo dinero que riqueza. Como nuestras prioridades cambian en función de las circunstancias, también lo hacen los precios, aunque la riqueza, nuestras posesiones, talentos y potencial, sean los mismos. La riqueza es algo etéreo y abstracto; el dinero es tangencial y concreto.

Puede incluso que sea algo cíclico: por eso hay rebajas de la ropa de esquí en verano, por ejemplo. La ropa es la misma, y será igual de útil el próximo invierno. Sin embargo, nadie paga en verano el precio de invierno.

Una consecuencia de esto es que el dinero, siendo sólo una aproximación de la riqueza, se ve sometido a los problemas del mundo real (léase "el paso del tiempo y la acción del ser humano"). En el caso del campamento, vimos que los cigarrillos tenían un uso no monetario (se pueden fumar), y la cantidad de ellos en circulación caía con el tiempo, afectando a los precios de las cosas.

Pasa igual en nuestro mundo: el dinero desaparece de la circulación, y la fórmula de hiperespecialización laboral en la que se basan las sociedades modernas nos pasa factura, pues asume una circulación fluida de ese dinero.

Para solucionar esta fluctuación, tanto en el campamento como en la vida real hemos inventado un mecanismo que compensa el desgaste del dinero: los billetes. El dinero en papel cumple una función regeneradora: vas al banco y te lo cambian por otro. Salvando el problema de la autenticidad, que es otro mundo aparte, el problema del desgaste del dinero con el tiempo queda solucionado. No sólo eso, sino que además podemos hacer algo que hasta ahora no habíamos podido hacer: inventar dinero de más.

"Inventar dinero de más" es una pequeña broma, entiéndeme. Técnicamente, puedo hacer billetes nuevos y fingir que me he hecho rico de repente, pero a la hora de la verdad, la economía social va a adaptarse a este nuevo escenario de otra manera.

En un mundo donde de repente hay más dinero en circulación, los precios suben; igual que al haber menos cigarrillos, estos eran "más valiosos", porque servían para comprar más cosas, al añadir más de ellos a la circulación, éstos "valen menos", pues sirven para comprar menos cosas. En otras palabras, si pretendes seguir comprando con los cigarrillos de antes algo concreto, otra persona con más dinero (con el extra que ha aparecido) se te va a adelantar y lo comprará a mayor precio.

Es por eso que los economistas hablan de algo absurdo como "el precio del dinero". ¿Con qué compras dinero para establecer su precio?

Hablamos de el precio del dinero como algo análogo a la crecida o disminución de los precios de las cosas: si el precio del dinero sube, entonces el precio de las cosas baja, y viceversa.

La subida de los precios, la inflación, tiene un efecto análogo al de la deflación: ambas se retroalimentan. Si en un escenario de deflación la gente esperaba a que los precios de las cosas bajasen aún más, en un escenario de inflación pasa al contrario: la gente compra ya, pues en el futuro el dinero servirá para comprar menos cosas; pero al hacerlo, el precio de las cosas suben, acentuándose el efecto.

Ves como al intentar solucionar un problema, nos encontramos con otro más sutil aún: hay que equilibrar el precio del dinero en un escenario donde el comercio siga siendo útil, y la sociedad moderna sea funcional.

Hace falta un banco en el centro de todo.


Aquí termina la primera parte de mi Aventura con el Dinero, espero que te haya gustado. Estaré de vacaciones la semana que viene, ¡nos vemos a la vuelta!

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