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Álvaro Durán

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July 15, 2020

eMule

Internet no es tanto un salto tecnológico como un cambio de mentalidad. Pre-Internet, la clave es la escasez. Las estanterías son de este tamaño, y caben, yo qué sé, 40 artículos. Así que los 40 artículos que me den más negocio son los que pondré en la estantería. Piensa en supermercados, en librerías, en tiendas de discos, en cines, en las vallas de publicidad de la autopista. Todos seguían el mismo patrón: el de la escasez. El vendedor tiene un límite a lo que puede ofrecer, y es la clave de su relación con el cliente.

El cambio de mentalidad con la llegada de la Web no ocurre en las cabezas de los vendedores, sino en los clientes. Ahora, el cliente ve que hay un vendedor que le da los 40 artículos más vendidos, pero hay más vendedores. Infinitos, de hecho. Hay tantos vendedores que ya no tiene sentido hablar de los 40 principales, sino de toda la lista. En la misma estantería cabe todo el mundo, porque cada cliente, digamos, se trae la suya de casa. "Quiero ésto, ésto y ésto." La pregunta no es "¿qué tienes?", sino "¿lo tienes?".

En el momento en que aparecen las primeras redes de descarga de música en Internet, la gente se amolda a la idea de que tiene toda la música a su disposición. La idea del iPod y su mil canciones en tu bolsillo es una extensión de esta nueva demanda. Una que una radio que sólo ofrece 40 éxitos no puede satisfacer.

La tensión, entonces, es evidente. Pero esta tensión no tiene nada que ver con el fin de la industria, sino con el fin tal y como la conocemos. La mentalidad de si algo funciona, no lo toques asume que el suelo no se mueve bajo tus pies. Bastan 4 años para que un España-Holanda pase de ser un paseo a una pesadilla.

Toda esta tensión va a ocurrir en dos niveles. En el primero, el legal, donde la industria musical se va a encontrar que los abogados de los músicos que ocupaban los puestos 41 en adelante van a sacar la carta de que descargar música para consumo privado es legal. Y el segundo, en la calle, donde el público ha pasado página, y la industria trata de poner puertas al campo.

¿Cómo puede la industria sobrevivir cuando el producto que ofrece es gratuito? Parece ser la única cuestión en la que hay consenso: no puede.

¿O sí?

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