#8 Error 404: Confianza no encontrada
Acción física vs acción cognitiva.

El perfeccionismo es la paja mental de los cobardes
Se me dan bastante bien los trabajos manuales. Es algo que me gusta, me relaja.
Montar y desmontar cosas: ordenadores, muebles, mandos de la tele, frigoríficos... Cuando surge la oportunidad, no lo pienso mucho. Destornillador en mano, me lanzo con la confianza de un mecánico veterano (aunque nunca haya tocado el aparato en cuestión en mi vida).
Pero si me dices que inicie un proyecto intelectual (de código, por ejemplo) desde cero, entonces me convierto en un filósofo existencialista. Empiezo a sobreanalizar: "¿Cuál es la mejor estructura?", "¿Debería leerme estos 17 artículos antes de empezar?", "¿Y si elijo la arquitectura equivocada y termino enterrando mi dignidad para siempre?"
Mismo cerebro, dos versiones completamente distintas.
Por suerte, ahora no me pasa tanto como antes. Sigue costándome más que los trabajos físicos, pero me manejo mucho mejor.
La clave para salir de eso fue darme cuenta de lo que pasaba realmente.
Si alguna vez has sentido que te bloqueas más pensando que haciendo, que te preparas demasiado antes de empezar algo, acompáñame en esta reflexión. Puede que te suene.
El trabajo manual no me da miedo, el trabajo intelectual sí
Tengo la teoría de que los trabajos manuales se me dan bien porque no tengo miedo de romper nada. Si lo jodo, lo arreglo. Si no sé cómo seguir, miro un tutorial rápido y pruebo. No me da por ver cinco horas de contenido antes de tocar el destornillador.
¿Pero cuando se trata de algo intelectual? Ahí la cosa cambia.
Si lo piensas, es ridículo. Si rompo algo físico, muchas veces puede ser irreparable. Pero si cometo un error programando, escribiendo o diseñando algo, solo tengo que borrar y rehacer. Y, sin embargo, ahí es donde más surge la preocupación.
¿Por qué?
Todavía no tengo todos los motivos, pero tengo algunas pistas interesantes que me ayudan a explorarlo más a fondo.
El ego y la inseguridad intelectual
El fallo físico es fácil de aceptar. "Ah, tenía pegamento y no podía retirar la pantalla directamente... Bueno, ya lo sé para la próxima". Aprendo y a otra cosa.
Pero el fallo intelectual nos toca el ego. Si algo no me sale bien a la primera, mi cerebro salta con un "¿Y si en realidad soy un fraude? ¿Y si esto no es lo mio realmente?"
Por otro lado, los tutoriales nos engañan. Nos dan una falsa sensación de competencia. Ver a alguien resolver un problema nos hace creer que ya sabemos hacerlo. Pero cuando nos toca enfrentarnos al código en blanco, nos damos cuenta de que entender algo no es lo mismo que saber hacerlo.
Sólo falta cerrar el libro o el vídeo y ponerse a intentar replicarlo para verlo.
Infancia y fracaso
Lo interesante de esto es que este miedo no es nuevo. Lo arrastro desde la etapa escolar.
Recuerdo que en clase, cuando los profesores pedían voluntarios para resolver ejercicios en la pizarra, a veces tenía la respuesta... pero me callaba.
Esto, según he visto, es algo bastante común.
Sin embargo, yo no me quedaba ahí.
Si me preguntaban si había hecho los ejercicios, prefería decir que no antes que arriesgarme a que estuvieran mal, incluso si los tenía hechos.
Al principio empecé por hacerlos y callarme. Fingir que no los tenía. Hasta que simplemente dejé de hacerlos.
¿Qué sentido tenía al fin y al cabo?
Mi cerebro se puso en modo: "Si no intentas, no fallas".
Al final, el resultado era el mismo. O peor. Porque te esfuerzas y el resultado que obtienes en clase es una respuesta acorde a no haberlos hecho. El peor tipo de refuerzo del aprendizaje.
En su momento no lo entendía, pero ahora veo que ese patrón mental me iba a perseguir por bastante tiempo
Ahora lo veo colarse en mis proyectos, y en cualquier cosa en la que mi intelecto esté en juego.
La clave está en encontrar un equilibrio
El otro día desmonté unas puertas y me di cuenta de algo: en los trabajos manuales siempre paso más tiempo haciendo que planeando.
Si tengo que arreglar un mando, veo un tutorial de 3 minutos y me paso media hora intentándolo.
Pero si voy a programar algo nuevo, hacía lo contrario: paso tres horas viendo tutoriales y diez minutos picando código.
Ahí está la clave: el ratio entre teoría y práctica tiene que estar equilibrado. Si pasas más tiempo preparando que ejecutando, hay algo que ajustar.
Ese perfeccionismo disfrazado de preparación es solo miedo. Síndrome del impostor en estado puro. Y una buena forma de vencerlo es arrancar antes de estar listo.
Mi nueva regla es tratar mi trabajo intelectual como si fuera trabajo manual:
Ver un tutorial rápido, lo justo para entender dónde están los tornillos del problema.
Probar, cagarla y corregir.
Menos miedo a equivocarme, más foco en mejorar.
Pero con estrategia. No se trata de actuar sin rumbo, sino de asegurarnos de que estamos avanzando en la dirección correcta.
Completar proyectos para mejorar tu portfolio y conseguir mejores oportunidades.
Experimentar con la IA para aumentar tu productividad y conseguir más tiempo para dedicarte a las cosas que te llenan.
Ahora estoy enfocado en seguir ajustando mi ratio práctica / teoría. Ahora estoy en un 60/40, pero apunto a un 80/20.
Porque los resultados no vienen de acumular teoría. Vienen de aplicar.
Así que si tienes algo pendiente que has estado procrastinando porque "todavía no estás listo"… hazlo.
Lo más probable es que sí estés listo. Solo que tu cerebro aún no lo ha entendido.