¿A quién sirve la tecnología?
Sobre "cámaras de eco" e industria global.
¡“Cambio de sentido” edición fresquita de verano ya está aquí!
No Luis, no es fresquita.
Vale pero es más ligera que las dos anteriores ¿no?.
Hala tira…
El caso es que en esta ocasión os mando algo que se parece más a lo que originalmente imaginaba para esta newsletter: compartir enlaces y materiales que me he encontrado junto con mis propias reflexiones, en un formato picadito y más digerible. La mayoría está en inglés porque, bueno, por razones que no sé explicar es mi idioma dominante en Internet. Si no os apañáis con él seguro que Google Translate os puede echar una mano: Traductor de webs de Google
Un móvil con ruedas
Más o menos cuando leas esto mi coche, un Nissan Qashqai dCi, estará cumpliendo 15 años. Y con esta excusa me he puesto a pensar en uno de los temas favoritos de los debates mediáticos en cuestión de movilidad: la edad del parque móvil.
Por una mezcla de achaques de la edad y mala gestión del servicio técnico de Nissan, el verano pasado tuve la ocasión de conducir, en el espacio de pocas semanas, las dos generaciones del Qashqai posteriores al mío durante varios días cada uno. Con el escenario ficticio de qué pasaría si tuviese que comprar un coche nuevo ahora, aproveché para hacer una comparación directa de lo que 15 años de avances técnicos habían hecho sobre el mismo modelo. Y la respuesta fue, como mínimo, confusa. El modelo nuevo es, sin duda más confortable y atractivo, y está repleto de nuevos sistemas y asistentes. Como anunciaban las tendencias hace una década, los coches se han convertido en “smartphones con ruedas”. Pero si cambiase mi coche de 15 años por el mismo modelo actual actual, ¿habría comprado una máquina que sirve mejor a mis necesidades de desplazarme?
Hay muchísima tecnología invisible que ayuda a los coches nuevos a ser más seguros y, al menos a priori, más limpios. La segunda generación del Qashqai con su motor 1.5 dCi, por ejemplo, me permitió conseguir consumos un 40% menores que en mi coche. Pero también mucha otra tecnología cuyo fin principal es reforzar un cierto relato tácito entre vendedor y comprador en el que el coche es mucho más que un vehículo. Las pantallas táctiles, los intermitentes dinámicos, las cámaras de lectura de señales,los portones eléctricos, los controles activos de velocidad… en resumen, toda la tecnología que ha llegado a los coches en estos 15 años ¿los ha hecho mejores mejores dispositivos de movilidad? ¿o sólo los ha hecho más deseables y llamativos?
Efectivamente hay muchos artículos y estudios sobre los excesos en la implantación de algunas tecnologías. Por ejemplo el de sustituir botones por pantallas, como éste del European Transport Security Council. O cómo la suma de las ayudas a la conducción y la narrativa mediática sobre los coches autónomos lleva a las personas a confusiones fatales, en este artículo centrado en Tesla (inquietantemente con la misma foto de stock destacada). Algo que, en una muy buena pieza, resumió David Zipper en su artículo para “The Verge” “No esperes que la tecnología de seguridad de tu coche te salve”. Y si te gusta quizá te guste también su newsletter “Paved with good intentions”
Todo esto es sólo una excusa para traeros un lúcido artículo de Ian Bogost en The Atlantic (2017) en el que pone palabras a algo que creo que muchos intuímos sin saber darle forma: que desde hace un par de décadas la tecnología cada vez sirve menos a las necesidades de los usuarios y cada vez se sirve más a si misma. O, aplicado a la movilidad y los coches, que la industria del automóvil cada vez sirve más a sus necesidades y menos a las necesidades individuales y colectivas de sus clientes.
(Aunque te aparecerá el mensaje de “suscribete”, si borras la caché del navegador o entras desde uno que no suelas usar deberías poder verlo)
Ian Bogost. WHY NOTHING WORKS ANYMORE? TECHNOLOGY HAS ITS OWN PURPOSES, The Atlantic (2017)
Lo que plantea Bogost es que muchas innovaciones técnicas en la industria y el comercio actuales (y por tanto también la del automóvil) son autorreferenciales: se deben a la imagen de marca, a las estrategias futuras y a la relación de la empresa con los inversores. Pero la funcionalidad del producto como herramienta para el usuario, en este caso ser un medio de transporte, queda en un plano secundario. El despliegue tecnológico reciente sirve para que la industria pueda llamar a sus coches “semiautónomos” o “inteligentes”,pero la experiencia de transportarnos en coche a nuestros recados ha cambiado poquísimo en casi dos décadas.
¡Coches voladores!
Uno de los ejemplos cumbre de cómo la inercia autorreferencial de la industria de la tecnología puede transformar el imaginario colectivo y, de vuelta, la realidad, son los coches voladores. Una aspiración de más de un siglo que sigue ocupando titulares en los medios de comunicación y espacio en las predicciones sobre la movilidad del futuro. Algo parecido a una alucinación colectiva que cada generación afirma estar a punto de conseguir. Pero ¿realmente estamos tan cerca? En Internet puedes encontrar toneladas de enlaces con respuestas muy diferentes, desde el “sí” rotundo hasta “lancemos piedras a todo lo que vuele“. Sin embargo creo que este artículo de Adrienne Bernhard para BBC Future es una buena mirada a los coches voladores con los pies en la tierra. Y se resumen en que hace falta mucho más que tecnología para que sean una realidad cotidiana. Dicho de otra manera, que la distancia entre conseguir financiación para fabricar un prototipo y que éste se implante en el uso cotidiano es la misma que hay entre mirar a la luna por un catalejo y mandar un satélite a explorarla. Es decir que, como regla de oro, lo que es tecnológicamente posible no tiene por qué ser económicamente posible o socialmente aceptable.
Adrienne Bernhard, WHAT’S STANDING IN THE WAY OF THE FLYING CAR?, BBC Future (2023)
IA YA
Seguramente juntando los dos bloques anteriores os habrá venido a la cabeza algo que es la nueva mejor amiga de los medios de comunicación que buscan clicks: la Inteligencia Artificial. Efectivamente en el campo de la movilidad, del urbanismo y de las ciencias sociales la IA se ha convertido en la palabra de moda. Bueno, en el campo de cualquier cosa. Las redes sociales, los medios y, por consecuencia, las conversaciones cotidianas están más llenas de IA que de Rosalía o de Messi. Si hacemos caso a las noticias, esta tecnología va a transformar la forma en que vivimos a todos los niveles. No, LA ESTÁ TRANSFORMANDO YA. Según lees esto. ¡Cuidado, date la vuelta!
La cosa es que en estas semanas he leído un articulo de Dwayne Monroe (2021) que me pareció muy interesante sobre todo por ser anterior a la histeria colectiva del último año. Y no tanto porque explicase qué puede hacer la IA o cómo, sino porque se centra en el aspecto comercial de este sector tecnológico. Volviendo casi al principio, lo que propone Monroe es hacer el esfuerzo por distinguir entre la IA como tecnología, y la promoción comercial de las empresas que desarrollan IA. Algo que creo que se entiende bastante bien aquí:
“La existencia de departamentos universitarios y departamentos de empresas dedicados a la “IA” no quiere decir que la “IA” exista; quiere decir que hay un poderoso valor mimético en el uso del término, que ha sido aspiracional desde que lo acuñó el científico computacional John McCarthy en 1956.”
Es decir, que deberíamos hacer el esfuerzo de distinguir entre la “moda de la Inteligencia Artificial” y la “moda de hablar de la Inteligencia Artificial”. Algo que, efectivamente, se puede aplicar a casi cualquier aspecto de ese contenedor ardiente que llamamos “debate público” (la moda del Trap vs la moda de hablar del Trap, la moda de los okupas vs la moda de hablar de los okupas, y así todo…).
Uno de los sectores donde más gráfica es esta diferencia es en la sanidad, donde la “moda de hablar de IA” tiene gran inercia. La promesa de que avanzados sistemas podrán mejorar o sustituir los diagnósticos de los médicos en pocos años llena día sí día también las páginas de los medios sin que se sepa bien cuánto hay de realidad y cuánto de propaganda. Como el negocio tecnológico raramente está en una tecnología en concreto, sino en su explotación y monetización, Monroe dice:
“La promoción de la idea de la radiología automatizada [por IA] - con independencia de las capacidades actuales de los sistemas - es atractiva para la clase propietaria porque mantiene la promesa de debilitar el poder de los trabajadores e incrementar - a través de reducción de costes laborales y mayor flexibilidad - los beneficios. Digo “promoción” porque hay una gran diferencia entre cómo los sistemas algorítmicos se presentan comercialmente y la realidad. Esta diferencia que, como dije antes, entienden bien las mentes más sofisticadas en los gobiernos y la industria, es irrelevante para el objetivo mayor de convencer a la población general de que sus trabajos pueden ser sustituídos por máquinas.”
Y con eso nos devuelve casi al punto de inicio: la diferencia entre la presentación comercial de las tecnologías y la realidad. La diferencia entre cómo las tecnologías sirven a la industria y cómo sirven a las personas usuarias.
Dwayne Monroe, ATTACK MANNEQUINS: AI AS PROPAGANDA, Monroelab, 2021
ETOPIA
Para terminar de cerrar el círculo os cuento que el pasado junio Etopía, Centro de Arte y Tecnología de Zaragoza, celebró una edición del encuentro Ideas Digitales. En esta ocasión estuvo precisamente centrado en los usos de la IA en las artes, la cultura comunitaria y los movimientos sociales.
Los vídeos de cada bloque pueden verse en la web del evento:
IDEAS DIGITALES EDICION ARAGON, Etopía, 2023
Pero creo que precisamente el que abría el encuentro, “Desencantando los mitos de las IA a partir de su apropiación creativa” por Marcel Pié Barba y Marc Padró, de Estampa, es un buen acompañamiento de cierre para esta newsletter. En la primera primera parte se explica qué es (y qué no) la IA en un formato didáctico y sencillo. En la FABULOSA segunda parte nos muestran algunos de los usos creativos que desde su empresa han hecho con herramientas de IA. Aplicaciones que tampoco es que sean el “Libro rojo de Mao” pero que cuestionan el fin productivista de la tecnología y le dan una vuelta a un montón de conceptos de una forma genial.
Así que hasta aquí el tercer número de “Cambio de sentido”. Uno que os ha planteado muchas movidas sobre el papel de la tecnología pero que en realidad se podría haber resumido en un meme. Si, ESE meme:
PD: Si la cabeza me acompaña y si vosotros queréis en unas semanas volveré a vuestro buzón. Y os puedo avanzar que el tema será uno del que vamos a oír hablar mucho en esta legislatura: la movilidad y los impuestos.
PD2: De vez en cuando también posteo cosas breves sobre movilidad y nuevas narrativas en esa especie de Twitter paralelo que es “Substack notes”. Aquí me puedes encontrar si es que te va esa clase de cosa: Luis Ortego en Substack Notes